Verdaderos activistas
Mientras en México hay muchos personajes que dicen luchar por la educación, que únicamente se esfuerzan por hacer paros y buscan hacer política en su propio beneficio, hay muchas historias en otros países del mundo, con gente que realmente se esfuerza por tener una mejor educación.
Un caso emblemático es la paquistaní Malala Yusufzi, quien acaba de recibir el premio Nobel de la Paz. Malala ha luchado por la educación de las mujeres en su país, hecho que casi le cuesta la vida. Esta niña de apenas 17 años escribió un blog en la página web de la televisora BBC de Inglaterra para denunciar la manera en que los talibanes habían cerrado escuelas para niñas.
Malala seguía acudiendo a clases disfrazada de hombre. Cuando los talibanes descubrieron que era esta niña la que había escrito el blog con denuncias entre 2008 y 2009, atentaron contra ella.
En octubre del 2012 regresaba a su casa, en una camioneta con otras 15 niñas después de haber terminado sus exámenes. Dos hombres armados subieron al camión y preguntaron quién era Malala, y cuando ella respondió le dieron dos disparos en la cabeza. La dejaron tirada pensando que había muerto.
Ahora ha recibido, además del premio Nobel, muchos reconocimientos por su labor y esfuerzo para que las niñas puedan seguir estudiando. Ha tardado en recuperarse del atentado y todavía tiene secuelas, pero ahora vive con su familia en Londres.
Sigue estudiando, pero sobre todo sigue en la lucha, trabajando por la educación y los derechos de quienes sufren terrorismo.
Otra historia es la de Joshua Wong, un joven de 17 años que es activista estudiantil en Hong Kong. Hoy es considerado una de las figuras clave de la protesta en su país. Es fundador del movimiento Scholarism, formado por estudiantes de secundaria, preparatoria y universidad. Desde los 15 años encabezó un movimiento de oposición al proyecto del gobierno chino de introducir en las escuelas de Hong Kong una materia obligatoria llamada Educación Moral y Nacional, cuyo fin era adoctrinar a los estudiantes para que alabaran el comunismo, y que condenaba la democracia del mundo occidental.
También encabezó una protesta contra la reforma electoral impuesta por China, que dice que el electorado sólo puede escoger entre una terna de candidatos, aprobados por el gobierno de China. Fue detenido el pasado 26 de septiembre por la policía de Hong Kong. Finalmente fue puesto en libertad dos días después y regresó a su movimiento recordando a sus seguidores que la lucha era pacífica y que esa es la única manera en la que lograrán algo benéfico.
También está la historia de Kim Phuc, quien en 1972, cuando tenía apenas 9 años, durante la guerra de Vietnam, los estadounidenses lanzaron una bomba de napalm, en la zona de Trang Bang. Ella se quemó, estuvo 14 meses en el hospital y fue sometida a 17 operaciones de injertos de piel. Su foto recorrió el mundo.
Cuando creció quiso estudiar medicina, pero el gobierno de Vietnam se lo prohibió por considerarla una imagen de guerra. Tuvo que ir a La Habana a estudiar lenguas. Después pidió asilo político en Canadá y ha trabajado desde entonces en su fundación, que ayuda a niños víctimas de guerra. Hoy es embajadora de Buena Voluntad por la UNESCO.
Estos personajes tienen un fin común: han luchado para poder estudiar y por la educación de sus compatriotas. Casi siempre arriesgando su vida. Si en México tuviéramos activistas de este tipo, que lucharan contra quienes continuamente impiden que se pueda estudiar en este país, nuestros niños y adolescentes tendrían, sin duda, una gama mucho más amplia de oportunidades y una mejor calidad de vida.
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