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Un día sin Ejército

Para nadie es nuevo que desde que se recrudeció la violencia, y a falta de una policía que pasara los controles de confianza, el Ejército tuvo que salir a las calles a hacer un trabajo que no le debería haber tocado.

 

Muchos critican la salida de los militares de los cuarteles, pero ¿se imagina usted qué habría pasado si eso no hubiera ocurrido? Hay decenas de historias en las cuales los militares han muerto o han sido juzgados por hacer su trabajo porque no tienen certeza jurídica.

Un caso que ha puesto a debate si las fuerzas al servicio del Estado se enfrentan en condiciones óptimas a los criminales es el del 30 de septiembre cuando un grupo del Ejército fue emboscado en Culiacán, Sinaloa, con un saldo de cinco muertos y 10 heridos.

Después de este ataque el secretario de la Defensa Nacional mostró la indignación al interior de las Fuerzas Armadas y afirmó que el Ejército no descansará hasta que los responsables sean juzgados.

Durante su mensaje a familiares de los cinco elementos asesinados Cienfuegos calificó a los responsables como un “grupo de enfermos, insanos, bestias criminales con armas de grueso calibre”.

Esto muestra que el enemigo al que se enfrentan los militares, los grupos criminales, está lejos de ser un adversario débil, al contrario: tiene arsenales poderosos. En un ámbito de tanto riesgo, las Fuerzas Armadas deben contar por lo menos con las leyes para trabajar.

La Secretaría de la Defensa Nacional avaló el contenido de una iniciativa del PRI para crear una ley de seguridad interior, que otorgue un marco jurídico para el uso legítimo de la fuerza en operativos contra amenazas que pongan en peligro la estabilidad, la seguridad o la paz pública, como el narcotráfico e incluso la corrupción.

Uno de los conceptos básicos de la propuesta es la diferenciación entre seguridad nacional y la seguridad interna.

Según la propuesta, la seguridad nacional es aquella “que deriva de una de las funciones primarias e irrenunciables del Estado, tanto para su propia subsistencia como para garantizar las condiciones necesarias para el pleno desarrollo de las potencialidades de sus habitantes, mediante la adopción de todo tipo de medidas políticas, económicas y sociales, incluyendo el ejercicio del monopolio del uso legítimo de la fuerza”.

Y se agregó: “en primer término debe hacer uso de todos los recursos legítimos que se encuentren a su disposición y, en caso de que la situación concreta así lo amerite, bajo el principio de gradualidad en el uso de la fuerza, disponer de las Fuerzas Armadas como la última ratio del poder nacional.”

Esta propuesta ha sido criticada por algunos que creen que las fuerzas castrenses no deberían de estar en la calle y mucho menos defenderse.

A propósito de las voces que han criticado la propuesta de los legisladores priistas, valdría la pena recordar lo expuesto por el sociólogo alemán Max Weber en su obra La política como vocación, en la que define el “monopolio de la violencia”.

“El Estado moderno es la asociación política, que el hombre utiliza para administrar y gobernar una determinada sociedad. Por supuesto, durante la historia ha habido diferentes tipos de Estado, pero todos han tenido en común que tienen el derecho a ejercer el monopolio de la violencia”, afirma. Se tiene que dar certeza a las Fuerzas Armadas, de lo contrario las estamos desgastando. Por supuesto ha habido excesos, pero son poquísimos y la mayoría ha sido juzgada bajo la justicia militar.

¿Se imagina qué pasaría si el Ejército no volviera a salir a las calles? En nuestro México tenemos hoy en día miles de delincuentes pertenecientes a grupos poderosísimos del crimen organizado. Alguien los tiene que enfrentar y para eso se requiere de leyes.

bibibelsasso@hotmail.com
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