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“Soy una chava como cualquiera… pero que disfruta el raquetbol”: Un Café Con Paola Longoria

Paola Longoria, la dos veces campeona mundial por la Federación Internacional de Raquetbol en las categorías individual y dobles femeniles, confiesa en entrevista que en un momento de su carrera quiso dejar el raquetbol, pero descubrió que ser campeón no se logra de un día para otro, sino con “disciplina, dedicación y perseverancia”. La raquetbolista número uno del Women’s Professional Racquetball Organization, hace gala de su sencillez. Afirma que “ese espíritu ganador y esa actitud positiva, que tanto mi familia como mi cuerpo multidisciplinario me han inyectado a lo largo de estos años”, fue lo que la motivó a seguir adelante.

Belsasso: ¿Cómo le haces para llegar a ser campeona de raquetbol a nivel mundial? Es impresionante. Estuviste más de 152 partidos sin perder uno solo.

Longoria: Sí, tres años y ocho meses invicta. Es un reto; para llegar a ser la número uno necesita mucha disciplina, mucha dedicación, perseverancia. No llegué a ser la número uno de un día a otro; son 17 años de carrera deportiva. Y todo el transcurso de estos años, en los que me tocó estar como deportista amateur y luego brincar a la etapa profesional, todo ha sido un camino muy padre. No me arrepiento de nada: todo lo que me tocó vivir, porque hubo momentos difíciles, de derrotas, de fracasos, en los que incluso pensé en que no iba a ser la mejor en este deporte y que no era lo mío. Ese espíritu ganador y esa actitud positiva, que tanto mi familia como mi cuerpo multidisciplinario me han inyectado a lo largo de estos años, fue lo que me motivó también.

 

Belsasso: Has ganado muchísimos campeonatos, panamericanos, los Juegos Centroamericanos, todo.

 

Longoria: Sería feliz si pudiéramos estar en olímpicos, sería la cereza del pastel. Soy afortunada y bendecida de poder decir que tengo el Campeonato Mundial, el Centroamericano, el Panamericano y el Premio Nacional del Deporte. Una gran satisfacción como atleta es que tu país te reconozca los logros. Cuando gané el máximo reconocimiento que cualquier deportista añora tener, este Premio Nacional llegó a motivarme, justo en momentos donde estaba pasando también una etapa difícil en la categoría profesional.

 

Belsasso: Tú naces en San Luis Potosí, platícame de esos primeros años.

 

Longoria: Todo inició de los deportes, en los campamentos de verano. Siempre fui una niña muy hiperactiva y también mis hermanos, pero no fui traviesa. Mis papás decían, ‘algo tenemos que hacer para bajarles toda esa energía’. Nos mandaban a los campamentos de verano, donde me dieron todos los deportes: practiqué natación, gimnasia, futbol, basquetbol, tenis; pero, siempre me llamaron la atención la raqueta y el futbol.

 

Belsasso: ¿Cuál fue el campamento en el que finalmente te defines por el raquetbol?

 

Longoria: Inicié en el Club Libanés Potosino, en San Luis Potosí comenzó todo como un hobby. Cuando entré por primera vez a una cancha de raquetbol fue a los ocho años, me daba miedo porque la pelota es rapidísima, yo no sabía ni dónde iba a caer. Entraba con la raqueta y dejaba abierta la puerta porque le pegaba y me salía corriendo para ver en dónde caía la pelota. De ser un hobby pasó a ser mi pasión, conforme pasaba el tiempo le dije a mis papás ‘este deporte se me hace divertido, me está gustando mucho’, ya después me dejaban en el club en mi hora de entrenamiento, es decir, mis clases. Me quedaba todavía en la cancha una hora o dos horas extras.

 

Belsasso: Y al mismo tiempo jugabas futbol, intentabas jugar tenis, pero me decías que se te complicaba el tenis.

 

Longoria: Empecé en el tenis muy chica, agarré una raqueta, creo que estaba más grande que yo, eso fue lo que no me motivó. Cuando me llevan por primera vez a esta cancha de raquetbol, me enamoré de ese deporte, me daba miedo, pero siempre traté de combinarlo con otros, natación, gimnasia. Fui hasta porrista. Tengo dos hermanos, siempre era de ‘vamos a jugar a las Barbies’ y mi hermano decía ‘ay, no, eso es de niñas, yo no quiero jugar, ven vamos a patear una pelota’ y de ahí me hice súper buena en el futbol. En la preparatoria me invitaban en los Intratecs a jugar con el equipo de ahí, de refuerzo también de otra categoría y jugaba de delantera y media, hasta que hubo un momento clave en mi carrera, en el que combinaba futbol y raquetbol. Yo tengo muy débiles los tobillos, ya es de genética este estudio, siempre me los esguinzaba o me los fracturaba. Con la posición que jugaba siempre me llegaban súper feo las niñas y terminaba toda golpeada. Un día salí en camilla, fue cuando tuve un esguince de tercer grado en el tobillo y me dijo mi entrenador de futbol: ‘Pao, es el momento de que elijas entre el raquetbol y el futbol, porque los dos son muy demandantes’.

 

Belsasso: Y te definiste por el raquetbol.

 

Longoria: Me fui por el raquetbol. Los combinaba todavía, pero era muy desgastante, eran dos horas y media de fut y dos horas y media de raquet.

 

Belsasso: Y tus papás, ¿qué te decían? Me imagino que forman una parte fundamental en lo que fue tu formación.

 

Longoria: Mi familia es mi mayor motivación, ellos siempre han estado en las buenas y en las malas. Mis papás siempre fueron súper abiertos en el aspecto de dejarnos hacer cualquier deporte que nos gustara. Mi papá jugó mucho tiempo también frontón o tenis. Nunca me dijo ‘tienes que ser tenista’; al contrario fue ‘escoge tu verdadera pasión, pero hazlo y trata de ser la mejor’. Siempre nos dijeron a mis hermanos y a mí ‘en lo que hagan traten de ser los mejores’. El aspecto académico no lo dejaban, ellos siempre me decían ‘¿sabes qué Pao?, nosotros te apoyamos también en tu sueño de ser la mejor del mundo, pero no dejes de estudiar, porque un atleta de alguna manera puede sufrir una lesión y dónde está tu futuro’. Ese año viví en Estados Unidos, a los 18 años gané el Abierto de ese país y ahí me di cuenta de que podía llegar a ser la mejor del mundo. Le acababa de ganar a las mejores de la gira profesional. Hablé con mis papás y me fui a vivir a allá, pero después de ahí fue mi año de fracaso.

 

Belsasso: A ver, antes de llegar a esto, fue una época en que hay que invertirle mucho dinero, porque si quieres tener a tu hija jugando profesional, no es cualquier cosa, necesitas desde un entrenador físico, nutriólogo, masajista, terapeuta, necesitas todo para poder tenerte tan bien, sobre todo ya a estos niveles tan competitivos, porque sin duda las estadounidenses y las rusas lo hacen, entonces, ¿cómo le hacen tus papás, que tengo entendido son gente muy trabajadora, pero no son gente de tener muchísimo dinero?

 

Longoria: Mis papás siempre trataron de darnos todo de acuerdo a sus posibilidades. Cuando gané este torneo no era la favorita, así que llego a este Abierto de Estados Unidos , me acuerdo que en la final mi mamá voló por la emoción de estar en la final de un US Open. Ella dice que yo dormida me quejaba porque no entrenaba ni la cuarta parte de lo que lo hago ahorita, sentía que con una hora y media ya iba a ser la mejor del mundo.

 

Belsasso: Paola y, entonces, estás ganando, llegas a la final del US Open que es un torneo importantísimo en EU, donde juegan los mejores del mundo y le dices a tu mamá ‘vente para que puedas estar y ver esto’.

 

Longoria: Sí, me hablaban y en años anteriores siempre me tocaba jugar ese torneo y a veces llegaba a pasar los qualifiers o al draw principal (etapas eliminatorias) y luego perdía. Y, esa vez, estaba emocionada. Les hablaba a mis papás: ‘ya pasé a otra ronda, o ya estoy en el draw principal y ya estaba en cuartos, ya estoy en semi…’, hasta que llega a la final. Mi mamá y yo teníamos nervios, te lo juro, porque la cancha es toda de cristal y yo decía ‘mamá, qué tal que fallo una pelota y no le doy, qué oso, toda la gente va a decir, ¿a poco esta niña está en la final?’. Tenía nervios, ni siquiera creía que estaba en la final.Acaba ese torneo, lo gano, súper contenta y adolorida; no tenía la preparación que tengo ahorita. Normalmente entreno cinco horas diarias, antes sólo una hora y media. Pero, bueno, viene esta parte en la que hablo con mis papás y les digo: ‘¿Saben qué?, quiero sacrificar, quiero llegar a ser la mejor del mundo y sé que ahorita en México igual y no tengo el mejor entrenador, así que apóyenme en este sueño’. Mi papá me dijo: ‘¿A dónde te quieres ir?’, investigué, en Stockton, California, estaba también una academia de raquetbol.

 

Belsasso: Fue un exalcalde de Tijuana que te ayudó a financiar parte de tu carrera.

 

Longoria: Sí, súper lindo. Primero me fui a Estados Unidos. Estando en California ellos me costeaban todos los gastos: el primer año de la gira profesional, mis papás se la aventaron. A ellos les salía mucho más económico que viviera en Estados Unidos que en México y que estuviera viajando cada fin de semana. Me fui allá y estuve con entrenadores: estaban muy bien técnicamente, pero me sobreentrené. Hubo un momento en que me dediqué al cien al raquetbol y nunca gané. Viene mi año de fracaso y hablaba llorando con mis papás. Les decía: ‘Se me hace que no soy buena en este deporte’.

 

Belsasso: ¿Pensaste dejarlo?

 

Longoria: Sí, sí hubo un momento en mi carrera en ese año que viví de derrotas y fracasos. Le decía a mi mamá ‘se me hace que ya en la etapa profesional no soy buena, porque llego y me quedo a veces en cuartos’. Hice una semifinal o una final, fue una de miles.

 

Belsasso: ¿Qué te decía tu mamá?

 

Longoria: Mi papá me decía ‘mañana tienes el boleto, no te quiero ver así, te mandé para que estés feliz, para que te foguees, para que agarres experiencia, pero no me gusta escuchar a mi hija llorar’. Y mi mamá era todo lo contrario: ‘No Pao, aprovecha esta oportunidad, nosotros no te vamos a poder estar pagando los viajes cada fin de semana de aquí de México, ahorita tienes muchísima gente allá en Estados Unidos que de alguna manera te está ayudando a mejorar’.

 

Belsasso: ¿Habías acabado la preparatoria?

 

Longoria: Sí, fue en el año sabático que me tomé de estudios. Mi mamá siempre me motivaba y me decía no te des por vencida. Me acuerdo muchísimo que me dijo ‘qué campeón mundial, qué número uno de cualquier disciplina ganó de un día a otro, dime’. Yo estaba desesperada, pero me aventé el reto. Hubo un tiempo en que mi entrenador era de Tijuana, entonces me dijo: ‘Pao, vente a representar a Baja California’. Conozco al alcalde Jorge Ramos, de Baja California, y él me dijo: ‘Pao, quiero impulsar este deporte, porque a mí me gusta muchísimo, tengo un hijo que también lo practica y vamos a hacer canchas públicas para que la gente pueda conocer más de esta disciplina porque solamente está en clubes privados. Quiero que me ayudes a dar clínicas, que vengas a promoverlo conmigo, ¿a cambio de qué?’. Le respondí: ‘De una gira profesional’. Todo un año, increíble, la verdad, él me apoyo a la par de mis papás.

 

Belsasso: Y tú también a él, en esta vida todo es cíclico, tú das y recibes.

 

Longoria: Exacto, cuando él me mandaba llamar a Tijuana a dar clínicas a los niños, jugar con ellos, para mí era gratificante decir, gracias a él y a mi familia, también, estoy peleando un ranking profesional y a raíz de ahí fui creciendo, fui escalando uno por uno.

 

Belsasso: Pero, ¿también empiezas tu carrera profesional?

 

Longoria: Sí, viene el momento en que decido regresarme de EU a Monterrey. Estaba en Juegos Olímpicos, porque me llevó Carlos Hermosillo como la mejor atleta juvenil. Me tocó vivir ese récord de Michael Phelps de las ocho medallas. Yo en ese momento no sabía si seguir con el raquet o ya mejor dedicarme a mi carrera estudiantil. En ese momento me hablan mis papás y me dicen: ‘Paola, tenemos dos ofertas, Tecnológico de Monterrey, en Monterrey y la Autónoma de Nuevo León, para que hagas tu carrera ahí’.

 

Belsasso: ¿Becada por el raquet?

 

Longoria: Becada por el raquetbol.

 

Belsasso: Y, ¿qué estudiaste Paola?

 

Longoria: Ingeniero mecánico administrador y acabo de terminar una maestría en Ciencias Políticas. Estoy muy agradecida con la Universidad Autónoma de Nuevo León.

 

Belsasso: ¿Cómo le hacías para estudiar?, porque una cosa es ir a la escuela y entrenar y después necesitas meterle muchas horas de estudio.

 

Longoria: Algo que me ha dado el deporte ha sido ser responsable, organizada. Como empecé muy chica estuve en escuelas donde me exigían mucho, estudié la prepa en el Tec de Monterrey y ahí estaba en torneos, estaba preocupada porque decía ‘me van a cerrar la liga para subir la tarea, tengo que acabar y yo en la cancha’. A veces no me podía concentrar en una ni en otra. Cuando llego a la carrera se me hizo un poquito más fácil poderme organizar.

 

Belsasso: Estás en la Sedena, en las Fuerzas Armadas, con programas que también te dan disciplina. ¿Cómo es esto y qué te piden?

 

Longoria: Estoy muy contenta de pertenecer a las Fuerzas Armadas. Cuando me propusieron entrar, al principio, te soy honesta, decía ‘no, pero cómo al Ejército’. Me imaginaba cosas diferentes y la realidad es que es como un fideicomiso de atletas de alto rendimiento que pertenecemos al Ejército. En lo personal vi que tenemos valores muy similares: la disciplina, la dedicación, el representar a nuestro país, el siempre darlo todo por México. Estás en una competencia y lo único que quieres es defender a tu país, el poner a tu bandera en lo más alto. Al final de cuentas, eso me ha ayudado mucho, ya llevo tres años y medio en la Sedena.

 

Belsasso: Paola, tienes un equipo interdisciplinario muy importante.

 

Longoria: Sí, son seis personas. Está mi preparador físico, con quien llevo seis años y medio —Efraín Lara—, él está conmigo en Monterrey. Tengo mi psicóloga deportiva, Magaly Cerón.

 

Belsasso: ¿Qué te dice la psicóloga?

 

Longoria: Cuando me decían ‘Pao, tú ya tienes el nivel’, yo, a veces, era una jugadora muy explosiva, me sacaban mucho de quicio las jugadoras. Mi súper rival, Rhonda Rajsich, esta norteamericana, la número tres, me acuerdo que, a veces, yo iba ganando….

 

Belsasso: … la que te logró desplazar.

 

Longoria: Y me quitó el invicto. Me acuerdo mucho que una vez jugando ella me decía, en pleno partido antes de sacar ‘oye, Pao, ¿te gustan las hamburguesas?’ Y, yo pensaba ‘por qué me preguntó eso’ y la hamburguesa se quedaba en mi mente.

 

Belsasso: Para ganarte.

 

Longoria: Me desconcertaba y me desconcentraba y terminaba perdiendo. Estaba Bernardo de la Garza en aquel entonces como director de la Conade y me decía: ‘Pao, necesitas ver una psicóloga’. Le contesté ‘no, ni que estuviera loca, ¿para qué?’. Y me respondió: ‘No Pao, es una psicóloga que te va a ayudar, precisamente a que, en los momentos difíciles del partido, no te desconcentres y no estés pelando a tu rival’…

 

Belsasso: Claro, porque puedes ser el mejor y si tu rival te desconcentra te gana. Una frase para aplicarla en todos los rubros de la vida.

 

Longoria: Sí, claro… Tu rival va a hacer todo para ganarte, así como tú también estás buscando que en algún momento flaquee para anotar más puntos. Y en mi caso fue así. Llego con esta psicóloga, con Magaly Cerón —cinco años y medio que llevo con ella— y, la verdad, es que ha sido increíble. Aquí viene el reto más importante: una vez que llegas, el reto es mantenerte y para mí, sí ha sido difícil, porque todas las jugadoras te quieren ganar, te estudian.

 

Belsasso: Claro, contra quien quieren competir es contra la que está arriba.

 

Longoria: Exactamente. Me tocó estar de los dos lados de la moneda: cuando no era número uno y una vez que estoy ahí y me acuerdo que a mí no me daba miedo jugar con nadie, decía: ‘Quiero estar algún día como Rhonda, como número uno’. Y, ahorita que estoy ahí, al contrario, no les quiero dar mi lugar que me ha costado mucho… Sigo entrenando con la misma intensidad.

 

Belsasso: Entonces tienes a la psicóloga, tienes al nutriólogo.

 

Longoria: Tengo a mi psicóloga; tengo a mi nutrióloga que es Bety Boullosa; tengo a mi terapista que es Armando Bautista; mi doctor, Víctor Bolio; mi entrenadora de técnica es Fran Davis y Efraín. Son seis personas que están en mi cuerpo multidisciplinario. Han sido también parte fundamental, porque llegar a los niveles en los que está uno y tener gente preparada y que ellos, de alguna manera estén viendo la manera de que me innove, de que mi estilo de juego cambie, de que mi preparación cada vez sea la adecuada.

 

Belsasso: Paola, ¿cuál ha sido el día más triste de tu vida?

 

Longoria: El 19 de octubre, cuando perdí el invicto. Me acostumbré a la victoria, tres años, ocho meses invicta, 152 partidos y no era un momento que esperaba, sabía que podía pasar, cada vez que pisaba una cancha sabía que podía ganar o perder.

 

Belsasso: ¿Te confiaste y ya?

 

Longoria: Sí, descuidé mucho el aspecto técnico, me enfoqué un poquito más a mi preparación, todo lo demás estaba al ciento por ciento. Descuidé el practicar saques, el renovar mi estilo de juego, el seguir estudiando a las jugadoras. Cuando llegué a este torneo, venía de ganar el Abierto de EU, cuatro días antes de que perdiera el invicto en California, fue en Stockton, donde viví y, bueno, fue algo tan difícil para mí, porque cuando perdí, me acuerdo que desde la mañana sentí raro mi cuerpo. Me fui a calentar, a escuchar mis videos de motivación que mi psicóloga me pone antes de entrar o mi canción. Entré con la adrenalina, pero, ¿sabes qué?, mi cuerpo ya estaba muy cansado, también físicamente. Cuando juego con Rhonda, la número tres, ella en este Abierto había perdido en semifinales, entonces a ella le dio como un poco de más tiempo de recuperarse. El lunes me fui a San Diego, después de este torneo, para hacer preparación y llegar a California, a Stockton en las mejores condiciones, porque la presión la sentía, sabía que no podía flaquear porque en cualquier momento perdería, pero no estaba preparada. Ése fue el día más triste, lloraba, no podía ni dar entrevistas… Mi mamá platicaba conmigo y yo lo único que decía era ‘me siento tan mal, que ahorita no me entra nada de lo que me dicen’.

 

Belsasso: ¿Y el más feliz de tu vida?

 

Longoria: He tenido muchos a lo largo de mi carrera, desde mi primer torneo, la primera medalla que gané para mí… Pero, bueno, sí hay dos importantes: en Juegos Panamericanos en Guadalajara, donde fue mi debut. Cuando gané la medalla de oro, me había preparado tanto en ese entonces para estos Panamericanos, entrenaba ocho horas diarias, ni siquiera descansaba los domingos, había momentos en los que hice una dieta súper estricta: amo los chocolates, le prometí a mi preparador tres meses y medio sin ningún chocolate, tenía un régimen muy estricto que, cuando gané la medalla, fue así como todo valió la pena y sabes que la disciplina, de alguna manera, te lleva a grandes cosas. La otra fue cuando me dijeron del Premio Nacional del Deporte. Iba camino a Japón a dar un juego de exhibición y estando en Los Angeles, en escala, prendo mi teléfono y, me acuerdo que los medios me preguntaban ‘qué se siente ser la mejor deportista de tu país. Felicidades por el Premio Nacional’. Me acuerdo que quería hasta ir corriendo con el piloto y decirle que era la mejor atleta de México.

 

Belsasso: Complétame esta frase, Paola Longoria es…

 

Longoria: Una mexicana que siempre ha tratado de dar lo mejor de ella, que es una chava normal como cualquiera, pero que, sí te puedo decir, disfruta y le encanta lo que hace, el raquetbol.