“Representar al país no es hacer turismo, tampoco ser socialité”: Un Café Con Carlos Almada López
Para Carlos Almada López ser embajador es un “esfuerzo muy serio por representar dignamente” a México, y a su vez, trabajar en todos los temas de la relación bilateral del país con otras naciones, por ello, en esta charla dice tajante: “En la embajada trabajamos duro, no es turismo, no es socialité”. Desde el año pasado él se desempeña como embajador de México en Japón, un país que él ha adoptado como suyo. Comparte que allí hay un gran interés por la cultura mexicana. “Hay presencia nuestra en museos, nos quieren, nos respetan”, dice.
Bibiana Belsasso: Tú eres de Sinaloa, creciste ahí, estudiaste la carrera, ¿cómo fueros esos años?
Carlos Almada López: Fueron años muy gratos, en provincia, muy tranquila, pequeña, agrícola. Mis recuerdos más entrañables son de cuando tenía cinco años y en el pueblo de Guasave caminaba de mi casa al kínder. El pueblo entero me cuidaba, me regalaban un veinte o un dulce. Recuerdo ahora el proverbio africano que dice: ‘para educar a un niño se necesita toda una aldea’, fui educado por una aldea y una familia entrañable.
Belsasso: A Lolita, tu mamá, todo el pueblo la conocía.
Almada: Todo el pueblo conocía a mi mamá y a mi papá.
Belsasso: ¿Qué hacía Lolita?
Almada: Mi mamá era ama de casa, afortunadamente todavía vive.
Belsasso: ¿Pero, sigue allá o ya está en la Ciudad de México?
Almada: No, tiene una casa allá, tiene 93 años, por su edad no puede viajar; pero no le duele nada; Lolita siempre fue muy alegre, querida, simpática, y bailadora como buena sinaloense, también guapa.
Belsasso: ¿Y tu papá?
Almada: Él era un ingeniero muy lector y agricultor. Un apasionado por la educación, cuando lograba que un muchacho saliera de aquellos pueblos y viniera a estudiar al Politécnico, le conseguía una beca, era el hombre más feliz de la vida.
Belsasso: Estudias toda la primaria, la secundaria, incluso Administración de Empresas allá en tu tierra.
Almada : Soy egresado de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Belsasso: ¿Qué tal eran esos años de estudiar en Sinaola?
Almada: Eran años muy gratos, a mí me tocó todavía la Vieja Casona, en la que estaba la pequeña universidad entonces, no me tocó la Ciudad Universitaria, fueron años muy felices, pero también turbulentos, de agitación social, eran los años del 68 y posteriores a éste, esos ánimos revolucionarios los había también en la universidad, una gran radicalización.
Belsasso: ¿Y es ahí donde te empieza a interesar la política?
Almada: Me empieza a interesar, inicio en el Ayuntamiento de Culiacán a trabajar con una persona que ya murió, el doctor Mariano Carlón, de quien guardo un recuerdo entrañable. Puedo decir que, mis cariños más profundos, a pesar de que he viajado mucho por el mundo y he vivido en muchos lugares, están en mi infancia y en mi juventud en Sinaloa.
Belsasso: Y también es un Sinaloa donde empieza en estas épocas, un poco después, a surgir todo el tema del narcotráfico, que antes no se había visto.
Almada: El narcotráfico en Sinaloa empieza desde la Segunda Guerra Mundial, cuando los norteamericanos le piden al gobierno mexicano que, en el llamado Triángulo de Oro, entre Chihuahua, Sinaloa y Durango, que reúne condiciones óptimas, se produzca opio para producir morfina para los heridos de la guerra, así inicia históricamente el narcotráfico en Sinaloa. Cuando termina la guerra —dicen los viejos— los norteamericanos dijeron ‘ya no produzcan’, pero ya la gente se había acostumbrado.
Belsasso: Y sin duda llegaste a convivir y a ver a muchos de estos jóvenes, porque convivían con toda la sociedad.
Almada: Era algo relativamente normal en aquella época. No llegaba a tener los niveles de violencia que posteriormente se vieron. En alguna zona de Tierra Blanca, en Culiacán, sabíamos todos que esto ocurría, algunas familias lo hacían y era parte del paisaje en el que vivíamos. Afortunadamente no había episodios tan duros como los que hoy conocemos.
Belsasso: Terminas la carrera, eres un hombre, la verdad, déjame decirlo, muy culto, muy preparado, llegas a la Ciudad de México y después te vas a París.
Almada: Llego a la Ciudad de México y prácticamente de inmediato me voy a París. LLego a trabajar primero, por cierto, con Dionisio Meade, padre de José Antonio Meade, actual secretario de Desarrollo Social, cuando de pronto surge una convocatoria para ir a estudiar a Francia y de inmediato la tomo, presento mi solicitud.
Belsasso: ¿Qué estudias en Francia?
Almada: Administración Pública. Estudié allá más de tres años, primero en el Instituto Internacional de Administración Pública y después en La Sorbona, la Universidad de Derecho. Fueron años felices, de educación y de pobreza. Decía Hemingway que ‘París es el único lugar del mundo donde se puede ser pobre y feliz a la vez’, yo digo que para eso hay que ser joven y hay que ser estudiante también.
Belsasso: ¿Fue espectacular estar allá?
Almada: Fue espectacular, el mejor campus del mundo, la ciudad de París.
Belsasso: ¿Y regresas a México a trabajar en la función pública?
Almada: Regreso a México para ser secretario ejecutivo del Instituto Nacional de Administración Pública, en 1979, lo hago con mucho entusiasmo cuando había aquel Programa de Reforma Administrativa, en el que se creía profundamente. Ingreso en la vida académica, soy profesor y después me voy al Banco Obrero, luego al Estado de México, como secretario de Administración.
Belsasso: A ti te conocí cuando trabajaba en Estados Unidos para CBS y tú eras vocero del presidente Zedillo.
Almada: Así es, conocí a tu familia, como he dejado testimonio de ello, con gran aprecio, por cierto, y, efectivamente, ahí nos conocimos. Fui vocero del presidente, dicen que el primer vocero o el primero que tuvo tal título de manera oficial, fueron años muy intensos.
Belsasso: Y muy difícil porque el presidente Zedillo odiaba las entrevistas y no le gustaba hablar ante los medios de comunicación.
Almada: La comunicación social siempre es difícil y es complicada la Presidencia de la República, pero es un gran honor. Siempre digo, es probablemente el más grande honor de mi vida pública que tuve una vez, no quisiera volver a ser vocero otra más.
Belsasso: Pero, ¿cómo le decías al presidente Zedillo tenemos que hablar de tal tema, tiene que hacer tal entrevista?
Almada: Había forma de comunicarme con él, había disponibilidad. Hay diferentes temperamentos en los presidentes, creo que él fue respetuoso de los medios y de la libertad de expresión.
Belsasso: Platícame anécdotas de esta época.
Almada: Hubo muchas, recuerdo en particular el levantamiento del EPR, por ejemplo. Fue un momento de gran tensión y también recuerdo la Reforma Política, la Constitucional, el gran propósito de fortalecer la vida democrática del país. Por supuesto que el 95 fue un año durísimo.
Belsasso: Bueno, el año de la crisis económica terrible, sobre todo para poderlo comunicar porque la gente estaba furiosa.
Almada: Efectivamente, en particular durante el primer semestre de 1995, fue muy duro. A partir del segundo semestre de 1996, que la economía empezó a repuntar, que también empezaron a repuntar los números del entonces presidente.
Belsasso: Y, esto, ¿cómo se vivía en el cuarto de guerra, sobre todo el tema de comunicación?
Almada: Se vivía con una gran dificultad, fueron años muy complicados, el país vivió una caída del Producto Interno Bruto, si mi memoria no me falla, del ocho por ciento, una cosa espantosa, una inflación muy alta, elevación de impuestos, pérdida de empleos, intereses altísimos; afortunadamente se superó. Pienso que por las reformas que se hicieron desde el sexenio del presidente Salinas, durante el de Zedillo, que fueron continuadas muchas de ellas después, nos han convertido en un país con gran capacidad exportadora, manufacturera. Dependíamos en un 80 por ciento del petróleo para nuestras exportaciones, hoy dependemos en un ocho por ciento, creo que hay cosas que son difíciles en México, pero también hay éxitos, hay claros, hay puntos brillantes y éste es uno de ellos.
Belsasso: Bueno, que siguiéramos dependiendo del petróleo en tal manera, ahora con el precio que tiene, sería una tragedia.
Almada: Habría sido una verdadera catástrofe. Con mis amigos en Japón, con los empresarios con los que trato, ellos ven a México con una óptica de simpatía y con mucha confianza de largo plazo.
Belsasso: Ya llegaremos a Japón, todavía nos falta un largo recorrido. Termina la Administración del presidente Zedillo, hay alternancia en el gobierno, ¿qué pasa contigo?
Almada: Voy a trabajar al Instituto Nacional de Administración Pública, me dedico a la academia, a algunas cosas de carácter personal y finalmente trabajo durante siete años en Nuevo León, donde tuve años muy gratos en Monterrey, una gran ciudad, la cual vivió momentos muy difíciles en los que me tocó estar presente, asumir situaciones, diría yo, de elevado riesgo.
Belsasso: Pero también fuiste embajador en Portugal, ¿eso cuándo fue?
Almada: Fue al final de la Presidencia de Zedillo; tuve ese gran honor.
Belsasso: Y, ¿es la primera vez que te toca ser embajador, en el momento de Portugal?
Almada: Sí, fui antes director general de un pequeño organismo internacional de Ciencias Administrativas, el INAP del mundo, digamos, en Bruselas, en años anteriores, de 1988 a 1991. Es un puesto internacional de cierta relevancia, pero embajador de México solamente lo he sido dos veces.
Belsasso: Y estuviste hasta hace muy poco como subsecretario de Comunicaciones y Transportes en México, ya en el gobierno del Presidente Enrique Peña.
Almada: Así es, dos años, un tema muy complejo, la logística es fundamental para el funcionamiento de la economía, transporte ferroviario, autotransporte, aviación, aeropuertos, control de tráfico aéreo. Dos años de intenso aprendizaje.
Belsasso: Y, ¿por qué te vas a Japón?, ¿por qué te designan embajador de México en Japón?
Almada: Tengo la enorme fortuna de haber sido designado, entiendo que las consideraciones que se hicieron es que tenía ya una experiencia internacional, me gustan mucho los proyectos estratégicos, trabajar con los empresarios extranjeros y los mexicanos.
Belsasso: Finalmente es una relación muy importante, aunque no la veamos tan abiertamente, entre México y Japón.
Almada: Es una relación estratégica. Japón es uno de los socios más importantes de México, 930 empresas niponas funcionan u operan en nuestro país, ellos han invertido mucho en la industria eléctrica, electrónica, automotriz y, también, en algunos sectores de energía. La inversión japonesa en el país es de 20 mil millones de dólares, les vendemos cada año cuatro mil millones de dólares, entre ellos, mil millones de productos agropecuarios. Son socios muy importantes, gente muy seria; vienen pensando en México con confianza a largo plazo.
Belsasso: México, ¿qué exporta a Japón?
Almada: Fundamentalmente productos agropecuarios, también algunos camiones y componentes que ellos mismos procesan en México y productos pesqueros. Poca gente sabe que nueve de cada diez aguacates que se consumen en Japón son mexicanos.
Belsasso: Sí, sin duda es un tema que está introduciendo muchísimo dinero a México, todo este tema de agricultura que mandamos a países tan lejanos, ¿cuánto cuesta un aguacate, un melón en Japón?, dicen que son carísimos.
Almada: Los melones pueden parecer prácticamente obras de arte o piezas de joyería, un melón puede costar 20 o 30 dólares, ¡un solo bello melón! Pero el tema obviamente está en la cantidad, en la calidad, es un mercado, el más grande del mundo en la importación de productos agropecuarios, del mundo desarrollado, pero también es muy exigente en los temas fitosanitarios y, por ejemplo, ahora tenemos una muy buena noticia: Japón considera que toda la República Mexicana está libre de fiebre aftosa del puerco, por lo que podremos elevar sustancialmente nuestras exportaciones desde toda la República a Japón, de carne de puerco, en donde ya somos uno de los principales proveedores.
Belsasso: Te vas a Japón, una sociedad, mucho más conservadora incluso que la mexicana, tienes una novia de la cual te acabas de enamorar perdidamente y te nos casaste rapidísimo, Carlos.
Almada: Me casé por esa razón, la gente se casa porque se enamora y afortunadamente elegí bien, me casé con Mara Madero, estamos muy contentos en Japón, compartimos una experiencia y una oportunidad maravillosa y trabajamos duro, no es turismo, no es socialité, es un esfuerzo muy serio por representar dignamente a nuestro país y por trabajar en todos los temas de la relación bilateral.
Belsasso: A Mara, ¿cómo la conoces?
Almada: A Mara la conozco por una amiga de una hermana mía, uno llega a casa de su hermana inocentemente a comer una pizza y sale prendado de una de las chicas, y resulta después que hay un café, después una copa y después todo lo demás.
Belsasso: ¡Qué increíble! ¿Cómo fue haber llegado a Japón juntos, estos primeros meses, en que me imagino que no hablas japonés o ya hablas algo?
Almada: Unas pocas palabras, el japonés es un idioma muy arduo. Son meses muy interesantes, es un gran país, en el que México es muy apreciado, México es muy valorado desde hace siglos.
Belsasso: Incluso el arte mexicano es muy valorado en Japón.
Almada: El arte mexicano es muy conocido, por ejemplo, el gobernador de Tokio empieza a ser un amigo personal porque a él le interesa Siqueiros, Tamayo, Toledo, Frida Kahlo, Sergio Hernández, y está atento a la pintura mexicana. A su majestad, la emperatriz de Japón, le interesa y le gusta mucho, asombrosamente, la pintura mexicana. Hay presencia nuestra en museos, nos quieren, nos respetan, los queremos, los respetamos.
Belsasso: Carlos, vamos a hablar de preguntas más personales, ¿qué te gusta leer?, ¿qué estás leyendo ahora?
Almada: Estoy leyendo en este momento una historia de Japón, que es el quinto o sexto libro que estoy leyendo sobre este tema, he tratado de leer sobre historia de Japón desde perspectivas diferentes, una obra de un americano, de un francés, ahora estoy leyendo de unos profesores australianos. Pero soy aficionado a la lectura y siempre estoy leyendo dos o tres cosas adicionales, también estoy leyendo a Kawabata, que es uno de los grandes escritores, premio Nobel japonés, una novela sobre la antigua ciudad de Kioto.
Belsasso: ¿En música?
Almada: En música, para nosotros, Tokio es un paraíso. Nos gusta toda la música, la popular, la internacional, la clásica. En Tokio ocurre que nos invitan a los conciertos prácticamente cada semana y las mejores orquestas del mundo, las mejores óperas se presentan y, por alguna razón, les gusta invitar a los embajadores y siempre estamos presentes, a cinco o siete minutos de la residencia de México, en la Suntory Hall, escuchando lo mejor del mundo. Es un prodigio.
Belsasso: ¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida?
Almada: El día que nació mi nieto Mateo, ahí sentí que mi esfuerzo por sacar adelante a mis hijos, todo el amor que les había dado, se prolongaba en una generación, que seguramente llegará, así lo espero, al siglo XXII.
Belsasso: ¿El más triste?
Almada: El más triste es el inverso, es el día en que perdí a un hijo.
Belsasso: Complétame esta frase, Carlos Almada es…
Almada: Un mexicano de clase media que pretende ser ilustrado y servir a su país.