¿Qué oculta el Che Guevara?
En abril de 2013 un grupo no mayor a 50 jóvenes tomó la Torre de Rectoría durante más de dos semanas. Causó todo tipo de destrozos y fue evidente cómo, con toda impunidad, se llevaba equipos y documentos de la Rectoría al lugar que ocupa desde 1999: el auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras que se llama Justo Sierra y que rebautizaron como Che Guevara.
El fin de semana el Che Guevara volvió a ser noticia porque en su entorno se produjo un enfrentamiento en el que participaron jóvenes —en realidad algunos de ellos no lo son tanto— que lo ocupan.
La razón fue que un policía judicial se acercó al inmueble, acompañado por un representante del abogado de la UNAM y un ministerio público: investigaban, legalmente, un delito. Se dijo que el robo de un celular y alguien se ha preguntado a quién diablos puede interesar el robo de un celular como para enviar a tres personas a investigarlo: el robo del celular en sí quizás no es tan importante, pero sí lo es lo que se pudiera haber hecho con él.
Y en el Che Guevara convive de todo, desde chavos que venden drogas en la zona conocida como las islas hasta los líderes de anarquistas; por lo menos lo hacían cuatro de ellos, que han causado todo tipo de daños y cometido delitos.
Cuando vieron a los agentes, que no iban de incógnitos, los ocupantes del Che Guevara los agredieron de todas las formas posibles. En esa circunstancia el agente judicial cometió el error, comprensible también ante la agresión, de hacer disparos al aire. Uno de ellos rozó a un estudiante y otro a un perro. Ahí comenzaron los disturbios, quema de automóviles, bloqueos en Insurgentes, todo tipo de desmanes. Llegó la policía antimotines. Un grupo de estudiantes se manifestó con la cara descubierta exigiendo que no se vulnerara la autonomía de la UNAM y otro, encapuchado, rechazado por los primeros, trató de tomar la Rectoría y continuó hasta un día después con los desmanes.
Lo cierto es que después de todas estas escaramuzas el policía judicial, con golpiza y todo a cuestas, terminó en el Reclusorio Norte; el Gobierno del DF se “disculpó” con la Rectoría por los hechos y por haber lastimado la autonomía universitaria (que en realidad no fue vulnerada porque la autonomía no implica la extraterritorialidad para perseguir un delito) y los anarquistas acusados de infinidad de ilícitos siguen ocupando tranquila e ilegalmente el Che Guevara, desde donde preparan ataques, guardan cocteles molotov y de vez en cuando salen a vender mota en las islas para financiarse, sin que nadie los moleste.
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