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PRD-Morena: ni el amor ni el espanto

Una de las enseñanzas que dejó el proceso electoral del pasado domingo, es que el PRD no debería tener complejo alguno para tomar distancia, aliarse o enfrentarse con Morena. El PRD no tiene un líder carismático como López Obrador, no responde a un liderazgo vertical ni personal que le impida tomar decisiones al partido, pero tiene un margen mucho mayor de operación y, por lo tanto, tiene muchas posibilidades abiertas para decidir por dónde quiere ir a las elecciones del 2018.

 

Existen fuertes presiones de las corrientes más duras del PRD, como los de Izquierda Democrática Nacional, de René Bejarano, que creen que si se concreta una alianza, ésta debe ser con Morena.

Otros dirigentes están convencidos, y tienen números y resultados que fortalecen su posición, de que esa alianza debería ser con los panistas. También los hay, como Cuauhtémoc Cárdenas, que creen que el PRD no debe ir ni con Morena ni con el PAN, que debe construir algo así como un frente amplio donde quepan partidos e incluso organizaciones sociales con un perfil de izquierda.

Y un poco relacionado con la mayoría de los grupos, pero también con diferencias, sobre todo con los dos primeros, está Miguel Mancera, que cree que el frente debe sustentarse en torno a una candidatura independiente, en este caso la suya, que esté apoyada por partidos y organizaciones, pero con un perfil netamente ciudadano.

“Me parece que es el momento oportuno para poder hacer un proyecto distinto, una convocatoria diferente”, donde “los partidos impulsen las causas de la ciudadanía a fin de evitar la descomposición que se puede ir agudizando”, sostuvo.

La única que sería una alternativa de perder-perder para el PRD sería la alianza con Morena.

En el Estado de México, durante meses el líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador rechazó aliarse con el PRD: siempre pensó que ganaría solo, sin aliados a los que aplicó todos los adjetivos posibles para deslegitimarlos.

Cuando a unos días de las elecciones comprobó que le faltaban votos para ganar, no pidió un acuerdo con el PRD: lo exigió. Y además les dijo que debería ser una declinación sin condiciones. Y hubo en el PRD quien estuvo tentado a aceptarlo.

Si esos grupos, por suerte para el PRD minoritarios, se hubieran impuesto, hoy el PRD no sería ni la tercera fuerza en el estado ni sabría qué margen tendría de negociación real para el 2018. Simplemente se hubiera diluido dentro de las filas de Morena, en cuya dirigencia sólo caben los incondicionales de Andrés Manuel y sus propios hijos mayores, dirigente uno del partido en la Ciudad de México, el otro en el Estado de México.

Quién sabe si ésa es la salida, pero lo cierto es que el PRD ganó mucho yendo con el PAN, en el pasado y ahora.

Será parte del gobierno en Nayarit, lo es en Veracruz y lo será en muchos de los municipios veracruzanos más importantes.

Por otra parte, tiene una carta de mucho peso que se llama Miguel Ángel Mancera que, desde una posición independiente y con aliados potenciales muy importantes, como el propio exrector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, puede convertirse en una pieza clave para cualquier tipo de alianza. Tiene nombres históricos que, aunque no son ya parte del partido, suelen caminar junto con él, como Cuauhtémoc Cárdenas.

Y después de muchos meses de oscuridad, han visto en el Estado de México y en la jornada electoral del domingo, una luz al final del túnel: la posibilidad, hasta ahora sólo eso, de convertirse en la izquierda moderna y democrática que el país necesita.

bibibelsasso@hotmail.com
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@bibianabelsasso