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Niños que se matan

Lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad. Karl A. Menninger

Miguel Ángel Arévalo Tamatz tenía 11 años y cursaba el sexto grado en la escuela primaria Felipe Tzintzun, ubicada en el pueblo de Opopeo, en Michoacán. Fue golpeado de una manera brutal en el pecho y la espalda por varios alumnos del mismo colegio.

El martes pasado los padres de familia tenían una junta en el plantel. Ese día unos compañeros de Miguel Ángel, cuatro niñas y dos niños, le pegaron a la salida hasta dejarlo inconsciente.

Su hermano, quien estaba ahí cuando ocurrieron los hechos, dijo que un estudiante tomó del cuello a Miguel como para estrangularlo y en ese momento un grupo de niñas lo comenzó a golpear.

El director auxilió a Miguel Ángel y lo llevaron con un médico cercano y éste por la gravedad del caso lo trasladó inmediatamente al Hospital Civil de Pátzcuaro. Desgraciadamente el menor pereció antes de llegar al nosocomio.

Según sus familiares, Miguel Ángel era tranquilo y callado y nunca comentó que sufriera de algún tipo de violencia por parte de sus compañeras. “No sabemos por qué lo golpearon”, expresaron.

La abuela, que estaba con él al momento de fallecer, comentó: “Quería que le echáramos agua, decía que se quemaba. El niño me dice: ‘me voy a morir, abuelita; me voy a morir porque me pegaron bien feo las niñas’. En ese momento estábamos con el médico y el médico también oyó”.

La autopsia reveló que murió de “asfixia por broncoaspiración de contenido gástrico biliar”.

En mayo del año pasado relataba a usted en este espacio el terrible caso de Christopher, de 6 años, quien fue asesinado brutalmente también por sus compañeros de escuela. Su cuerpo fue encontrado dos días después de haber desaparecido, semienterrado en el cauce de un arroyo de la colonia Laderas de San Guillermo, en el municipio de Chihuahua.

Según su maestra de kínder era un niño brillante, elocuente, sano y sin faltas de conducta. Christopher fue privado de la vida por un “supuesto juego al secuestro” perpetrado por cinco adolescentes, todos ellos conocidos por él, incluso tres de ellos con cercanos lazos familiares.

Pero su tía Rita Isela Alvarado indicó en su momento que no se trató de un juego que se salió de las manos de los cinco adolescentes, ya que fue claramente un homicidio. “Lo ataron de pies y manos, lo sofocaron con un palo atado al cuello, le quitaron los ojos, le partieron el labio, le rebanaron el cachete y le dieron hasta 27 puñaladas en la espalda”, manifestó, aunque la Fiscalía General de Justicia del estado de Chihuahua dijo que todo se trató de un juego en el que a los adolescentes se les pasó la mano.

En 2013 otro niño, en el municipio de Unión de San Antonio, en Jalisco, también pereció por la violencia de uno de sus compañeros, quien le sumergió la cabeza en el excusado. Jonathan iba en primero de primaria cuando era acosado por un compañero mayor, quien le robaba su dinero.

Cuando llegó a su casa, luego de abandonar el aula, aseveró que si tomaba agua se “ahogaba”, lo que se le hizo raro a su madre. A la mañana siguiente no se quiso levantar ni comió.

Cuando se acercaba la hora de acudir a clases el niño le confesó a su madre que un compañero mayor que él, conocido como Beto, lo golpeaba y un día antes le había sumergido la cabeza en uno de los excusados de la escuela.

Después de tratar al menor, los estudios mostraron daños en los pulmones, por lo que tuvo que ser enviado a Guadalajara. Durante su traslado el pequeño sufrió tres paros cardiorrespiratorios. Finalmente murió.

Lamentablemente éstos no son ni remotamente los únicos casos de violencia desmedida ejercida en niños por sus propios compañeros de salón.

Estudios de la UNAM y del Instituto Politécnico Nacional revelan que entre el 60 y el 70 por ciento de los alumnos de nivel básico ha sufrido algún tipo de violencia. Quiere decir que de los 25 millones de estudiantes existentes en educación básica 18.7 millones han sido víctimas o testigos.

Esta realidad confirma el diagnóstico dado en 2014 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que sitúa a México en el primer lugar por la incidencia del bullying a nivel internacional.

En las escuelas se debe tener más control de lo que sucede con los alumnos. Es un horror que constantemente se susciten estos casos. Nos alarmamos cuando un menor muere, pero muchas veces son tragedias evitables.

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