Mireya: el peritaje psicológico
En los casi 6 años del juicio de divorcio de Mireya Agraz —la madre que mató a sus tres hijos y que se suicidó junto a su padre— y Leopoldo Olvera se recurrió a muchas instancias. Un pleito en donde ambos estaban enfrascados en una lucha de poder, según dicen los propios estudios, realizados por los peritos del Instituto de Ciencias Forenses del Tribunal Superior de Justicia de la CDMX.
Mireya acusaba a Leopoldo de abuso sexual en contra de sus menores hijos. Leopoldo aseguraba que su exesposa padecía desequilibrio mental. Incluso presentó como prueba un documento que certificaba que la madre de sus hijos, había ingresado a un hospital del sur de la ciudad, como consecuencia a un intento previo de suicidio.
Para determinar la veracidad de las pruebas presentadas ante el juzgado, mismas que determinarían la guardia y custodia de su hijo de 11 años y las gemelitas de 6, se hicieron varios estudios psicológicos, tanto a la pareja como a sus hijos.
Los estudios arrojaron que ambos padres eran violentos y tenían un trastorno de personalidad.
De Leopoldo dice, le producía ansiedad la desintegración de su familia, “especialmente por las acusaciones en su contra que lo hacen sentirse impotente para resolver la situación”.
Se dice que el papá de los niños asesinados “es una persona entusiasta, que se deja llevar por las emociones del momento, llegando a actuar en forma impetuosa y aventurada, sin pensar claramente en las consecuencias”.
El documento agrega también que Olvera “es reservado e introvertido, y establece interacciones sociales distantes y limitadas”. Pero sobre todo las autoridades afirman que “no se encontraron elementos que indiquen un trastorno de la sexualidad”.
Y es que Mireya estaba obsesionada con probar una supuesta violación de Leopoldo a sus hijos, que nunca se pudo constatar.
El estudio de Mireya indica que tenía “saturación cognitiva, debido a que persigue sus objetivos con vehemente intensidad… objetividad, actuando de forma caprichosa con el fin de lograr sus objetivos”.
El expediente agrega: “Trata de mostrarse afable para obtener la comprensión y aceptación. Es inmadura y fantasiosa, experimenta indefensión ante la indiferencia percibida en los demás, por lo que está atenta ante sus reacciones para ver si logra el afecto esperado”.
También señala: “Sus emociones y comportamientos son cambiantes y superficiales, tiende a ser intolerante, lo que la lleva a experimentar frustración cuando las cosas no resultan como ella desea”.
Esto último lo pude constatar en el encuentro que tuvimos, y en las llamadas subsecuentes que me realizó Mireya. En un principio fue una mujer encantadora, muy persuasiva cuando quería que publicara los supuestos abusos de su marido.
Pero cuando le pedí las pruebas, mismas que nunca me entregó, ya molesta me decía: “si a ti no te interesa la historia, se la voy a pasar a otro periodista”.
Tratar con Mireya generaba conflicto, por una parte, estaba la historia de una mujer que podía perder la custodia de sus hijos y escucharla llorar conmovía. En el otro lado de la historia está un papá acusado de violar a sus hijos, sin pruebas en su contra.
Finalmente, los estudios determinaron que los niños —dos gemelas de seis años y un menor de nueve– no sufrían violencia sexual, pero sí familiar, provocada por la mamá.
Mireya denunció ante el Ministerio Público, que su exmarido había abusado de su hija en 2016, durante una visita en el Centro de Convivencia Infantil del Tribunal Superior de Justicia capitalino. Pero al igual que las otras dos demandas, que inició en 2011 y 2014, ésta fue descartada.
Abusar de un menor en un centro de convivencia de estas características, me parece difícil, pero además también se les practicaron pruebas psicológicas a los menores.
En junio de 2012, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal anunció que contaba con un agente del Ministerio Público, especializado en menores de edad: Bosty, un títere virtual, mediante el cual la Procuraduría General de Justicia del DF (PGJDF) obtiene las declaraciones ministeriales de niños víctimas de delitos.
En esa prueba, una de las niñas dijo: “No me chupó (su papá). Sólo era una broma para mi mamá. La broma era para fingir que sí lo hacía”.
En los divorcios, cada uno de los cónyuges tiene su versión. En muy pocos casos una de las partes tiene la verdad absoluta. Como decíamos en el caso de Mireya y de Leopoldo, ambos estaban enfrascados en una lucha de poder. Una lucha de poder que acabó con la vida sus tres hijos.
bibibelsasso@hotmail.com
Twitter: @bibianabelsasso