Más piezas del rompecabezas
El 26 de septiembre de hace exactamente un año se dio la terrible noche de Iguala en que desaparecieron los 43 normalistas de Ayotzinapa. Con relación a estos hechos se capturó en octubre pasado a Sidronio Casarrubias, el líder máximo de la organización criminal Guerreros Unidos. El propio Sidronio reconoció que esa noche recibió un mensaje de texto de parte de su lugarteniente, quien afirmaba tener detenidas a varias personas del grupo contrario. Ese hombre era Gilberto López Astudillo, alias El Cabo Gil, quien finalmente fue aprehendido ayer por elementos de la Agencia de Investigación Criminal.
De acuerdo con el mismo Sidronio Casarrubias, éste ordenó a El Cabo Gil deshacerse de los cuerpos y éste a su vez fue el autor material de la incineración de los muchachos. Es más, según se puede leer en la declaración de aquél, el propio Gil avisó a su jefe Sidronio Casarrubias que el “trabajo” estaba terminado y que los restos se habían arrojado al río.
Por esta aseveración las autoridades pudieron dar, por medio de buzos especiales, con bolsas que contenían fragmentos de los estudiantes. También esta semana el laboratorio austriaco que forma parte del Instituto de Medicina Legal de la Universidad de Innsbruck determinó que se pudieron identificar las muestras enviadas con otro estudiante, Jhosivani Guerrero de la Cruz, El Coreano.
Este joven de 21 años, originario de Omeapa, municipio de Tixtla, era el menor de siete hermanos de una pareja de campesinos. Hasta el momento ha sido el segundo identificado, de los 43 jóvenes desaparecidos, por este instituto en Austria. El primero fue Alexander Mora Venancio.
Y así se empiezan a descubrir más piezas para poder armar este rompecabezas y saber lo que sucedió esa terrible noche de Iguala. No se construye con suposiciones, lo que se tiene hasta ahora son datos duros basados en las confesiones de los sicarios y en investigaciones efectuadas por los peritos nacionales y los argentinos y la Universidad de Innsbruck.
Hacer esto no es fácil ni rápido. Los expertos argentinos siguen identificando a los desaparecidos que murieron a finales de los años 70 por la dictadura militar de su país.
El laboratorio que ha examinado los restos de los normalistas inició operaciones en 1997 y ha estudiado más de 29 mil escenas de crimen y vestigios de víctimas como las del régimen militar chileno en 1973 o las del tsunami en Sri Lanka, en donde después de 100 días del desastre natural se recogieron 400 muestras que permitieron identificar a 101 personas; se han resuelto ocho mil crímenes a través de pruebas forenses de ADN y se reconoció a gente de nueve países.
Este centro austriaco se especializa en el desarrollo de nuevos métodos y tecnologías de análisis forense sobre todo para muestras dañadas, con alto nivel de degradación o muy pequeñas, pero además posee una base de datos de ADN que contiene los perfiles genéticos de individuos no identificados en escenas del crimen y de sospechosos de haber cometido un delito grave.
En el banco de ADN existen registros de todos los países integrantes de la Organización Internacional de Policía Criminal, Interpol.
El instituto ha participado en casos complejísimos. En 2009 se confirmó que los restos encontrados hacía dos años en los Urales pertenecen al Zarevich Alexéi y a la princesa María, hijos de Nicolás II, el último zar de Rusia asesinado junto con sus hijos, la zarina Alejandra y parte de su personal más allegado, por los bolcheviques en 1918.
En 2007 en Innsbruck se analizó cuál de dos cráneos era el del poeta Friederich Schiller, quien murió en 1805. En 2006 el instituto informó de los resultados de las pruebas de ADN que practicó al cráneo de Wolfgang Amadeus Mozart. Tras 250 años desde su nacimiento, se determinó que el ADN no coincidía con el de dos personas identificadas como sus parientes.
Tras siete años de trabajo se estableció que los restos hallados en los Alpes corresponden a un hombre que vivió en el año 3,300 a.C., en la Era de Cobre. Es la momia humana natural más antigua de Europa y se le conoce como el hombre de hielo.
Todas éstas son investigaciones que por lo preciso de su método científico pueden tardar años en ofrecer resultados certeros.
En esta historia de la trágica noche de Iguala poco a poco se empiezan a ver las pruebas, pero las que se han tenido hasta el momento son contundentes.
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