Los mexicanos, sin juicio autocrítico
Hace unos días, en un intercambio epistolar, el Papa respondió a un legislador argentino, en una carta privada, que temía al auge del narcotráfico en su natal Argentina. Usó la expresión “ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización”.
De este hecho se desató una polémica absurda en la que muchos mexicanos se sintieron agraviados por lo que dijo Francisco. No entiendo por qué, si es una realidad que en México estamos viviendo una violencia muy dura.
Por una parte está el narcotráfico y por otra movimientos sociales como el de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero, que están lastimando a la sociedad mexicana.
Durante muchos años aquí, en México, se solía decir que ojalá no nos colombianizáramos. Aquello no significaba hablar mal de un país, sino de una realidad a principios de los años 90. En ese entonces Colombia estaba inmerso en un problema muy serio de narcotráfico y secuestros por parte de las FARC.
Las carreteras estaban bajo la tutela del narcotráfico y muchos colombianos con recursos económicos decidieron ir a radicar a otros países.
La situación en Colombia se normalizó. Cambiaron las leyes y las autoridades dejaron de ser condescendientes con los que perturbaban la paz. Tras muchos esfuerzos se controlaron carreteras y el número de plagios disminuyó radicalmente.
Aumentó el turismo. El eslogan de la campaña publicitaria dice: “el único riesgo de venir a Colombia es que no te vas a querer ir.” Y en buena medida es verdad.
¿Si usted estuviera haciendo una campaña publicitaria para que llegara el turismo a Acapulco, por ejemplo, qué diría?
El único riesgo de venir a Acapulco es ver a maestros inconformes tomar el aeropuerto, secuestrar camiones e intentar aventárselos a los policías y acabar por lastimar a sus propios correligionarios.
También correr el riesgo de quedar atrapado en la carretera que va de la ciudad de México a Acapulco; y si va en camión, que lo bajen y se lleven su equipaje. Esto si antes no lo asaltan o golpean.
Igualmente puede decir que en Guerrero es posible ver cómo unos vándalos arrían una de las banderas más grandes del país, en Iguala, o secuestran a gerentes de empresas como Coca-Cola, para canjearlos por presos. Y que se puede ser testigo de cómo se atenta contra cuarteles militares y no pasa nada.
El papa Francisco tiene toda la razón con su dicho, pero para lo que se está viviendo en zonas del país, como Guerrero, fue muy mesurado.
Sabe que en Argentina ha aumentado el narcotráfico de una manera alarmante y que muchos narcotraficantes mexicanos han invertido dinero en, el país natal del sumo pontífice, desde hace años. Ahí está el caso de Amado Carrillo, el Señor de los Cielos, quien compró varias propiedades, o del propio Chapo Guzmán.
Así empezamos en México. Hoy tenemos una situación insostenible en estados como Guerrero. En vez de indignarnos, deberíamos ser autocríticos y darnos cuenta de la grave violencia que hay en nuestro querido país. Tomar el ejemplo de cómo se puede revertir esta violencia, como lo hizo Colombia.
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