La segunda muerte de Nancy
Se pregunta Bob Dylan en sus memorias: ¿cuántas muertes más serán necesarias para darnos cuenta de que ya han sido demasiadas?
No hay nada más despreciable en la política que la manipulación de la muerte, pero algunos grupos políticos la practican todos los días, como la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación, conocida como CETEG, y sus aliados, quienes desde hace años convierten decesos cuyo origen puede ser cualquier enfrentamiento, incluso entre ellos mismos o provocado por alguno de sus grupos, en una bandera. ¿Qué mejor demostración que la forma en que han manipulado los hechos de Iguala, a sus víctimas y a los familiares de éstas?
Como aquí lo contamos, el pasado 24 de febrero se registró un enfrentamiento en Acapulco cuando distintos grupos de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero intentaron tomar el aeropuerto de esa ciudad y luego boicotear la realización del Abierto Mexicano de Tenis, un evento con el que se pretende recomponer la maltrecha imagen del estado de Guerrero en el exterior.
Como los policías federales y granaderos les impidieron el paso, los arrollaron con un autobús. Tras ese acto criminal, que dejó con heridas a siete policías, los manifestantes fueron dispersados por fuerzas de seguridad.
En esos hechos violentos murió un maestro jubilado, dirigente de la CETEG, de 65 años. Se dijo que había fallecido por los golpes de los policías, pero la realidad es que la necropsia demostró que pereció atropellado por un vehículo.
Éste podría ser la camioneta en la que se transportaba arengando a los manifestantes, pues aparentemente cayó de ella en la desbandada, o por el propio autobús que utilizaron los integrantes de la CETEG para arrollar a los policías.
Esta misma semana denunciaron también un hecho aparentemente terrible: dijeron que esa noche una maestra había sido secuestrada por las fuerzas de seguridad, violada en prisión y asesinada. “Justicia para Nancy”, empezaron a reclamar en recientes movilizaciones, en las que exhiben carteles en los que incluyen su foto.
Pero resulta que, en realidad, la joven en cuestión, Nancy Carolina Ayala, como lo aclaró su madre, indignada al ver que los maestros decían que había sido víctima de homicidio y violación, nunca fue maestra, mucho menos estuvo en la marcha del 24 de febrero. Y su fallecimiento no se debió a agresiones policiales, sino a un accidente en la cocina de su casa un día distinto al 24 de febrero.
Sin embargo, ahí siguen los cartelones de la CETEG reclamando por la vida de Nancy, y por el asesinato del maestro jubilado; también exigiendo que aparezcan con vida los jóvenes de Ayotzinapa que fueron enviados al matadero en Iguala aquella noche trágica del 26 de septiembre.
Ayer los maestros salieron de nuevo a las calles, ahora a la Costera Miguel Alemán, en Acapulco, con el propósito expreso de “frenar la economía del Estado”.
Por sus consignas y demandas es evidente que insisten en manipular decesos para así intentar corregir desaciertos incluso cuando éstos ya cobraron vidas de sus propios integrantes. Es aún más grave usar fallecimientos ajenos al “movimiento magisterial” para tratar de hacerlos pasar como actos de represión en su contra.
Repitamos con Bob Dylan: ¿cuántas muertes más serán necesarias para darnos cuenta de que ya han sido demasiadas? ¿Cuánta manipulación, digamos nosotros, puede ser aceptada impunemente?
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