La saturación de la muerte
Enrique Garfias González, conocido como Enrico, un cantante y bailarín octogenario que radicaba en Cuernavaca, Morelos, fue visto por última vez el 10 de octubre del 2016.
Enrico, junto con un grupo de adultos mayores, se reunía en El Jardín San Juan, que es un espacio localizado entre las calles Degollado y Avenida Morelos en Cuernavaca. Ahí las personas de la tercera edad se concentran para realizar actividades, por ejemplo, los martes hay cantantes y los viernes y domingos hay baile.
Enrico, durante años, participó en estas dinámicas, le gustaba mucho enseñarle a bailar a sus compañeros. Un hombre muy culto, cuentan los que lo conocieron.
Hace 14 meses Enrico se subió a un autobús y desapareció. Sus familiares acudieron a la Fiscalía General del Estado para presentar una denuncia de hechos, a la que se le dio el número de carpeta SC01/8601/2016. Los familiares pidieron que se revisaran las cámaras del C4, pero las autoridades dijeron que estaban fuera de servicio.
Nunca hubo una llamada de extorsión que indicara que se podría tratar de un secuestro. Lo que sí supo Linda, la esposa de Enrico, es que algunas personas aseguraban haberlo visto en colonias de Cuernavaca en muy mal estado, sucio, con barba. La familia nuevamente le dio esta información a las autoridades.
Siendo un hombre tan querido por su familia, y ante el poco apoyo de las autoridades para resolver este caso, los hijos de Enrico contrataron al investigador Ivin Jaubert.
Jaubert estuvo en varias ocasiones en el Semefo de Cuernavaca, pero no obtuvo informes. Después de mucho tiempo se le dijo que había un cráneo, pero que éste era de mujer. El investigador pidió que se le practicaran estudios y así se descubrió que ese cráneo pertenecía a Enrico.
El Semefo nunca cruzó datos con la Fiscalía del Estado.
Reconstruyendo la historia, se determinó que el también maestro de baile, el día que desapareció tomó un camión en sentido contrario. Se perdió y, en su intento por volver a casa, mientras caminaba por la carretera, fue arrollado por un coche y quedó en los arbustos. Se encontró el cráneo y fue llevado al Semefo.
El caso de Enrico es el mismo de cientos de personas que desaparecen en México.
El Servicio Médico Forense (Semefo) en México no se encuentra en condiciones de prestar el servicio adecuado, sobre todo con el alto índice de homicidios que hay a lo largo del país en general.
En la Ciudad de México está el Instituto de Ciencias Forenses, que cuenta con condiciones favorables, las cuales incluso le permiten prestar ayuda a los de provincia.
En el Instituto se atienden los casos de lesionados relacionados con hechos delictivos, de muertes violentas y sospechosas, así como se efectúa también la formación de recursos humanos en materia de Medicina y Ciencias Forenses.
El Semefo del Estado de México lo han mejorado bastante, pero eso ha sido recientemente, pero en muchos estados del país la situación es grave.
Uno de los problemas más grandes que se tiene en la actualidad es que las autoridades carecen de un protocolo nacional para la identificación de restos humanos y su destino final en fosas comunes oficiales. Y en muchos estados el cruce de información con las fiscalías es muy deficiente.
En la CDMX se tiene un registro en la base de datos que contiene las huellas dactilares, fotografías, detalles de una completa revisión antropológica, registros dentales y la toma de muestras biológicas para un eventual examen de ADN.
Pero en el resto del país no es la misma historia.
En muchos de los Semefos, según me dicen los especialistas, por ejemplo en Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Morelos, Veracruz y en Nayarit, que son los que conoce el experto, los datos ni siquiera están correctamente digitalizados.
No se tienen refrigeradores para almacenar todos los cuerpos que llegan. Esto hace que los cuerpos queden en estado putrefacto. Hay mosca verde, que es la que aparece cuando hay bacterias en cadáveres, porque los cuerpos no son sellados herméticamente.
En ninguno de estos Semefos se cruza información con base en un protocolo eficaz con las fiscalías.
Por ejemplo, el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED), elaborado por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), contabilizó entre 2013 y hasta el pasado 31 de julio de2016 a 13 mil 616 personas no localizadas en denuncias del fuero común.
Es muy factible que algunas de estas personas podrían haber sido identificadas con correctos cruces de información.
Los Semefos están saturados en muchas partes del país. Por ejemplo el de Acapulco tiene una capacidad para 150 cuerpos, pero hay 297, mientras que el de Chilpancingo puede albergar 250, pero hay 650.
En Veracruz hay dos Semefos que también son insuficientes para atender la demanda de cuerpos encontrados en fosas clandestinas y por asesinatos.
En San Luis Potosí hay cinco, pero tres están a su máxima capacidad, mientras que en Oaxaca hay un refrigerador para 22 cuerpos completamente lleno.
Si estos lugares tuvieran por lo menos una buena base de datos, historias como la de Enrico, cuya familia lo buscó más de una año, no se estarían dando.
Forenses, al límite
Medios locales reportaron que los restos mortales de Enrique Garfias González, Enrico, fueron entregados el pasado lunes a sus familiares, quienes lo buscaron por más de un año.
A mediados de diciembre de 2016, vecinos de colonia Antonio Barona dieron aviso sobre la localización de un cráneo muy cerca de la autopista México-Acapulco. La extremidad permaneció en el Semefo por casi un año; sin embargo, ante la insistencia de los familiares, en noviembre de 2017 se hizo un análisis más detallado y en diciembre pasado se comparó el ADN con los de la hija de Enrico, Maripury Garfias, y el análisis resultó positivo.
Lo anterior, pese a que al día siguiente de la desaparición, en varias calles de la ciudad de Cuernavaca, los familiares pegaron volantes y hojas tamaño carta en blanco y negro con su fotografía, su nombre y datos para avisar sobre su paradero.
Datos de los servicios Médico Forense (Semefo) del país reportan que al menos hasta principios de año se encontraban rebasados ante los índices de violencia. En Guerrero, el de Acapulco tiene una capacidad para 150 cuerpos, pero hay 297, el de Chilpancingo puede albergar 250, pero hay 650 y en Iguala, donde hay cabida para 30, hay 78; en San Luis Potosí hay 5, pero 3 están a su máxima capacidad, y en Oaxaca hay un refrigerador para 22 cuerpos completamente lleno.
Además de estar rebasados, los Semefos del país también están viejos: en Chiapas fueron construidos hace 20 años y en Baja California Sur hay dos de cuatro que iniciaron en la década de los 80.