La pornostar que tiró la Casa Blanca
Vaya vueltas que da el destino: no será la trama rusa, la intervención del régimen de Vladimir Putin en los comicios estadounidenses de noviembre de 2016, lo que terminará tirando al gobierno de Donald Trump: será una conocida actriz de películas porno, Stormy Daniels, la que hoy puede terminar de descomponer por completo la gestión del neoyorquino.
Fueron el Wall Street Journal y el New York Times, esos periódicos “decadentes”, según el propio Trump, que gozan de cabal vida gracias precisamente a la forma en que se han contrapuesto al inquilino de la Casa Blanca, los que publicaron que la actriz porno Stormy Daniels había tenido en 2006 una relación íntima extramarital en Mar-a-Lago, la propiedad de Trump en Florida, poco menos de un mes después del nacimiento de su hijo más pequeño, Barron, y con Melania aún convaleciente. Una relación, pago de por medio, que fue contada en detalle por fuentes cercanas a Stormy a esos medios.
Cuando se publicó la información también se supo que Michel Cohen, el abogado de Trump, le había pagado a la actriz porno 130 mil dólares por mantener el secreto de esa relación, que iba a ser divulgada en plena campaña electoral. Cuando el NYT publicó la nota, ese medio y muchos otros interrogaron a Daniels, quien sostuvo, una y otra vez, que no podía hablar del tema porque tenía un acuerdo de confidencialidad firmado al respecto. Era una forma de confirmarlo sin decirlo.
Desde que se dio la información fue evidente que la relación de Trump con su esposa se deterioraba a pasos agigantados: casi sin apariciones públicas juntos, la negativa de Melania en esos eventos a tomarlo siquiera de la mano, la llegada en solitario de la primera dama al informe sobre el estado de la Unión, inmediatamente después su negativa a acompañarlo a Davos. En los hechos no se les ha vuelto a ver juntos desde hace más de un mes.
Con todo, hasta esta semana no eran más que versiones. Pero ayer, ante las presiones e investigaciones de los medios, el abogado personal de Trump (y de la Casa Blanca), Michel Cohen, hizo algo insólito: admitió que sí había pagado 130 mil dólares a Stormy. Dijo que esos recursos no eran del fondo de campaña ni tampoco recursos personales del presidente, que él los había pagado de su propio bolsillo y que nadie le había reintegrado esa suma. En otras palabras, reconoció el pago para que la actriz porno no divulgara su encuentro con Trump, pero negando que fueran recursos del entonces candidato o de su fondo de campaña, para evitar que hubiera un delito. Sin embargo, la negativa termina siendo absurda: ¿quién pone 130 mil dólares de su bolsillo para proteger a un político sin esperar retribución o reintegro alguno? El conflicto legal ya estaba planteado.
Pero ahora puede ser todavía peor para Trump. Los abogados de Stormy Daniels dijeron ayer que, como Cohen había violado su parte del acuerdo de confidencialidad al reconocer el pago, la actriz ya no asumía esa responsabilidad y anunciaron que dará a conocer en detalle su encuentro con el magnate en 2006, poco después del nacimiento del hijo de éste, Barron. El testimonio puede ser terrible para lo que queda de la credibilidad del presidente; pero, además, pese a la negativa de Cohen, puede terminar confirmando que se usaron recursos de campaña para comprar el silencio de Daniels, algo que, según las leyes estadounidenses, es un claro delito electoral.
Para muchos escuchar el testimonio de Daniels puede ser un motivo más del acrecentado morbo político. Para otros, los menos, pero con capacidad de decisión legal, puede ser el elemento que falta para iniciar una nueva y potencialmente demoledora investigación judicial sobre los delitos cometidos por Trump para llegar a la Casa Blanca.
Nuevo escándalo
La revista In Touch publicó el viernes una entrevista con la actriz porno Stormy Daniels en la que ella afirma que tuvo un encuentro sexual en 2006 con Donald Trump después de reunirse en un torneo de golf en Lake Tahoe, Nevada, un año después que el hoy presidente de Estados Unidos contrajera matrimonio con su tercera esposa, Melania.
El tabloide decidió en 2011 no publicar el relato sobre una relación extramarital de Donald Trump después que el abogado personal del futuro presidente, Michael Cohen, amenazó con demandar si el texto era difundido, afirmaron cuatro exempleados de la casa editora.
Daniels, cuyo nombre real es Stephanie Clifford, firmó un contrato de proveedor con la revista, que afirmó que un amigo y el exesposo de Clifford corroboraron su relato. La actriz también aprobó una prueba con el detector de mentiras, de acuerdo con la revista.
Ayer la agente de la actriz, Gina Rodríguez, comentó que ella hablará de la presunta relación extramarital que tuvo en 2006 con el magnate, pues a su parecer el abogado violó un acuerdo de no divulgación al hablar públicamente del pago.
Cohen dijo el martes que pagó a Clifford de su propio bolsillo, después de que una organización que aboga por la limpieza en las finanzas de campaña pidió a la Comisión Electoral Federal que investigara. A pesar de que el asunto pasó hace mucho tiempo, una historia sobre un posible silencio y un intento de encubrimiento semanas antes de las elecciones presidenciales es muy peligrosa para la Casa Blanca.