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La desesperanza colectiva

 

Lo que hace unas semanas el padre Alejandro Solalinde aseguró, diciendo que los jóvenes que fueron secuestrados esa terrible noche del pasado 26 de septiembre habían muerto y que los cuerpos fueron quemados, finalmente se confirmó.

Se sabía desde hace 2 semanas que los cuerpos estaban en el basurero de Cocula y en el río San Juan, pero antes de dar a conocer la información se debía confirmar. Se supo que las cenizas se encontraban ahí por los testimonios de muchas personas. Hay más de 70 detenidos hasta el momento por el caso Iguala.

El procurador de la República, Jesús Murillo Karam, explicó que será difícil hacer los estudios de ADN por el grado de calcinación de los cuerpos, pero algunos sí se podrán identificar. Huesos y piezas dentales serán enviados a la Universidad de Innsbruck, en Austria, para su análisis.

Hace unas semanas habíamos escrito en esta columna que deshacerse de 43 cuerpos sin que nadie se hubiera percatado era casi imposible. Y lo fue, hubo varios testigos y por ellos se dio con los culpables de incinerar a los jóvenes. Algunos estaban coludidos con los delincuentes otros simplemente aterrados.

Pero quizá lo más grave de esta historia es que ha dejado en la ciudadanía una desesperanza colectiva. La gran mayoría de los mexicanos estamos desolados ante los hechos que se están viviendo.

¿En qué momento se descompuso la sociedad para que podamos escuchar y ver a unos sujetos con tranquilidad explicar que apilaron los cuerpos de 43 jóvenes, que les pusieron madera, gasolina y llantas para que prendiera el fuego y los quemaron durante horas para después agarrar sus cenizas y tirarlas al río?

¿Cómo es posible que en la búsqueda de estos estudiantes se hayan descubierto tantas fosas comunes con muchos cuerpos que nadie sabe a quiénes pertenecen?

Es fundamental no sólo identificar los cuerpos de los 43 desaparecidos, sino también los demás cadáveres que están apareciendo en Guerrero. Pero ahora el riesgo en ese estado no se limita a lo que estamos viendo con horror en estos días. Ahí pueden surgir levantamientos importantes de grupos radicales que serán complicadísimos de controlar.

No nos olvidemos que existe en Guerrero una guerrilla latente que ha estado cerca de los normalistas guerrerenses desde hace muchos años. Ahí está el caso de Lucio Cabañas, que en los años setenta hizo movilizaciones importantes con normalistas, pero también realizó secuestros para financiar los movimientos.

El perfil del gobernador interino Rogelio Ortega Martínez es precisamente que sea una persona que pueda mediar y tranquilizar a los guerrerenses, para así evitar un conflicto social mucho más grave de lo que ya se estáa viviendo. Ahora falta esperar para ver si se puede contener el latente estallido social.

bibibelsasso@hotmail.com
Twitter:@bibianabelsasso