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Hasta el Papa con calentura

 

Hace exactamente ocho años estalló la epidemia del virus H1N1. En ese entonces el presidente Barack Obama acababa de visitar nuestro país. Acudió a un acto público en el Museo de Antropología y el encargado de ese evento murió pocos días después, por haberse contagiado de influenza.

Ahora justo después de la visita del Papa Francisco a nuestro país, se ha desatado una nueva ola de influenza estacional y H1N1. El miércoles por la tarde el Papa Francisco canceló sus citas agendadas porque tenía fiebre.

Y es que los contagios de influenza crecen en todo el país y se están convirtiendo ya en un problema de salud pública importante, sobre todo porque se ha prolongado la ola de frío y por ende la propagación de la enfermedad.

La influenza estacional y la H1NI han contagiado ya a miles de mexicanos. Y aunque la Secretaría de Salud informó que en octubre pasado se aplicaron 32 millones de vacunas que alcanzarían para proteger al 90 por ciento de la población más vulnerable, para esta temporada de frío, este año se incrementaron los casos respecto a 2015.

Del 24 al 30 de enero pasados, el número de casos registrados supera el máximo del invierno anterior. Entre octubre, noviembre y diciembre de 2015, cuando inició la actual temporada de influenza en el país, se sumaron apenas 250 casos. Sin embargo, en lo que va del año las cifras aumentaron 88 por ciento, para un total de mil 997 registrados. Y éstos son los datos oficiales del sector público, aquí no se están contabilizando todos aquellos enfermos que no acudieron a los centros de salud.

La pediatra que atiende a mis hijos, me decía que tan sólo a su consultorio habían llegado más de 100 niños con influenza, tanto estacional como H1N1.

Pero sobre todo lo que me decía la doctora es que mientras no se tuviera conciencia cívica, la influenza no cesará. Finalmente, esta semana se han suspendido clases en algunas escuelas. En Hidalgo tres colegios particulares, en la Ciudad de México el Colegio Americano, el Cervantes y otros que han cerrado parcialmente sólo algunos salones.

En el 2009, si bien la epidemia fue mucho más intensa, se cerraron colegios y lugares comerciales, la medida fue criticada por muchos, pero fue buena para evitar un contagio mayor. Ahora deberíamos de ser los propios ciudadanos los que tengamos conciencia de no salir de nuestras casas y no mandar a los niños a la escuela si están enfermos.

No soy de las que les gusta alarmar, pero esta ola de influenza ha sido durísima. Se ha dicho que se aplicaron 32 millones de vacunas, pero sin duda faltan más para poder terminar de cubrir a la población. Es bastante más alto el costo de tener un paciente enfermo y los permisos por faltas laborales, que las vacunas.

Pero sobre todo hay que concientizar a la gente, para que si se llega a enfermar, no exponga a los demás.

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