Fuga de El Azulito; Culiacán era una fiesta
Es increíble que las autoridades no tengan aún un relato verosímil de cómo se fugaron del penal de Culiacán el hijo de Juan José Esparragoza, El Azul, y otros peligrosos narcotraficantes.
Juan José Esparragoza Monzón, Alfonso Limón Sánchez, El Limón; Rafael Guadalupe Félix Núñez, Changuito Ántrax; Jesús Peña González, El 20 y Francisco Javier Zazueta Rosales, Pancho Chimal, abandonaron el penal por la puerta grande.
Pero un día antes, de despedida, organizaron dentro del penal una gran fiesta en donde hubo de todo: alcohol, drogas y mujeres.
De acuerdo con familiares de presos del penal, la fiesta se hizo entre los módulos 7 y 5, los cuales están ‘comandados’ por los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán e Ismael El Mayo Zambada.
Desde el 19 de enero pasado se había solicitado al Gobierno federal el traslado de los fugados a cárceles de máxima seguridad. Sin embargo no habían podido ser movidos a otro penal debido a que un juez les otorgó un amparo para evitarlo.
Ya el propio gobierno de Sinaloa ha dicho que la cárcel de Culiacán carece de las medidas básicas de seguridad y que la infraestructura “es deplorable” y, en consecuencia, se torna frágil e inoperante para cumplir sus funciones.
Entre las fallas que enumeró el gobierno estatal están la insuficiencia de videocámaras, el no contar con inhibidores de señal de celular, la falta de personal, además de que algunos no están capacitados y tienen bajos sueldos.
Que no hayan trasladado a estos reos porque un juez les otorgó un amparo para evitarlo, no habla de otra cosa más que de corrupción.
El Azulito estuvo muy tranquilo en el penal hasta que supo que su extradición a Estados Unidos estaba aprobada. Desde entonces preparó su fuga.
Y cómo no iba a estar tranquilo en la prisión de Culiacán, si ahí el autogobierno impera, como sucede en muchísimos penales del país.
Uno de los mayores problemas que tenemos en los penales y en los reclusorios del país son los llamados sistemas de autogobierno. En otras palabras, en esas cárceles son los presos los que tienen el control y el gobierno, con lo que además de utilizarlas como centros de operación de distintos grupos criminales, terminan propiciando hechos violentos como motines y ajustes de cuentas.
Desde ahí se extorsiona, a veces se dirigen secuestros y en ocasiones los presos salen a delinquir de sus celdas para después resguardarse en ellas. Difícilmente la policía va a buscar a alguien que cometió un delito que se supone que está preso.
Según el reporte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos sobre el Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria 2015, se dice que gran número de cárceles mexicanas presenta condiciones de hacinamiento, autogobierno por parte de los internos a falta de suficientes custodios, la existencia de privilegios y malas condiciones de salud, de higiene y de alimentos para los presos, entre otras.
De los 130 centros estatales, la CNDH reporta que en 95 carecen de personal de seguridad y custodia suficiente, en 71 existe hacinamiento, en 73 hay áreas de privilegios como celdas individuales, mientras que 30 internos comparten un espacio destinado a cuatro reos, así como presencia de celulares, televisiones, armas y sustancias prohibidas.
Pero sobre todo llama la atención que en 71 penales está documentado que se rigen por medio de autogobiernos. Es decir, que los presos más poderosos son los que manejan las cárceles, y éstos además tienen amenazada al resto de la población carcelaria. En el caso de la prisión de Culiacán, uno de los jefes hasta su fuga fue el hijo de El Azul Esparragoza.
Lo más grave de todo es que no están pudiendo con la seguridad en los penales estatales, que se supone son lugares cerrados y controlados. En muchos casos no se tiene ni siquiera control de quién vive en ellos y muchos delincuentes no presos llegan a refugiarse ahí. Deberíamos de empezar por tener un registro de todos aquellos que ahí viven.
¿Cómo se puede pretender tener seguridad fuera de ellos? Por lo pronto las autoridades nos deben una explicación de cómo se dio la fuga del penal de Culiacán.
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