El reto de Rivera a Rockefeller
Por primera vez en México, se pueden ver los bocetos originales del mural titulado El hombre en la encrucijada, que Diego Rivera empezó a trazar en 1933, contratado por la familia Rockefeller.
Ésta iba a ser colocado en el emblemático edificio del magnate en La Quinta Avenida, en Nueva York, pero Diego Rivera ignoró los planos aprobados y la ruptura fue tal, que en 1934 el mural fue destruido por la familia. El detonante fue una imagen de Lenin, que dominaba parte del mural.
Los detalles políticos, económicos y artísticos de la obra han sido desvelados por la historiadora Susana Pliego en su libro El hombre en la encrucijada: el mural de Diego Rivera en el Centro Rockefeller.
En éste se plasma el recorrido de Frida y Diego por San Francisco, Detroit y Nueva York. Pero sobre todo narra las controversias que enfrentaron a Rivera con la familia Rockefeller.
Las negociaciones y ruptura entre ambos se dieron en torno a una obra que hace un recorrido por los años 30, cuando la crisis derivada de la caída de Wall Street afectó a las economías de Estados Unidos y del mundo.
En aquel entonces, los países en los que habían triunfado movimientos revolucionarios eran vistos como enemigos, y lo eran sobre todo para una familia como la Rockefeller, que controlaba el 95 por ciento de la industria petrolera en Estados Unidos.
Diego Rivera había sido contratado para hacer una de las obras de arte que lucirían en el complejo de 14 edificios. De acuerdo con la historiadora, nadie engañó a los Rockefeller. Ellos conocían el carácter subversivo y las ideas comunistas de Diego Rivera. Sabían que criticaba al mundo capitalista en sus murales, pues siempre hizo públicas sus ideas. Tan es así, que aquí en México ya había hecho el mural que tenemos hoy en la Secretaría de Educación Pública.
Incluso se dijo que quien había convencido al magnate de contratar a Rivera fue su propia esposa, amante del arte moderno y fundadora del museo de arte moderno en Nueva York, pues coleccionaba obras del muralista. La obra original era un hombre contemplando con incertidumbre, pero con esperanza, la elección de un camino hacia un futuro mejor.
Rivera admiraba la industrialización, la ciencia y la tecnología, que sustentaban el progreso norteamericano. Pero en el mural que empezó a hacer para los Rockefeller, no dudó en incluir su visión socialista.
En el contrato por 21 mil 500 dólares, firmado en noviembre de 1932, se decía que los bocetos tendrían que ser autorizados por los arquitectos del complejo, y se establecía que la pieza sería trabajada sobre tela en una gama monocromática blanco, negro y gris, más dos a tres capas de barniz.
No obstante, Diego Rivera planteó la obra en fresco y no en óleo y a color, sino en blanco y negro.
Trabajó seis semanas pero no llegó a concluir su obra. Por sus imágenes, calificadas como socialistas, el mural finalmente fue destruido el 9 de febrero de 1934.
Diego y Frida volvieron a México. De acuerdo con lo estipulado por el contrato, los Rockefeller tuvieron que regresarle los bocetos al pintor, luego de la cancelación del acuerdo.
En este episodio hay otra historia detrás, que fue descubierta en los bocetos originales. La historiadora Susana Pliego encontró que había muchos pilotos aviadores, y que el embajador de Estados Unidos en México de 1927 a 1930, poco antes de que Rivera fuera contratado en Nueva York, era muy cercano al Coronel Charles Lindberg.
Lindberg fue el primer hombre en cruzar el Océano Atlántico en avión. Y al nieto del coronel lo secuestraron en Estados Unidos poco antes de que Diego iniciara el mural. Los pilotos eran un homenaje al primer hombre que voló el Atlántico. Paradójicamente un hombre acusado luego de neonazi.
Estos bocetos se pueden ver en una exposición, aquí en México, en el museo Anahuacalli, en Coyoacán.
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