El Chapo se fugó… por los drenajes del sistema
“Detener y mantener recluido al principal y más visible delincuente en México, es una de las más elementales y obvias obligaciones de la autoridad”, escribió en una comunicación privada uno de los mayores especialistas y consultores de seguridad en el país.
Ésta, agregó, “es una muy mala noticia y hay que darle toda la importancia que se merece, por lo que significa y lo que va, o debería, desencadenar. Lo importante no es lo que se va a decir, sino lo que se debe hacer. Una cosa es suponer un estado de debilidad e incapacidad del gobierno, y otra muy distinta es aparecer “desnudo” ante el mundo, con todas las miserias expuestas. Para todo México, pero especialmente para el gobierno del Presidente Peña, es un golpe terrible. Ojalá se aproveche la desgracia: la verdad está a la vista, hay que actuar en correspondencia a ella. No son sólo los cambios y la “geografía de culpabilidades”, es dejar la simulación, que es peor que la corrupción”.
No hay un gramo de exageración en ese análisis. Este es un golpe terrible para la gobernabilidad, porque lo es para la confianza en el gobierno y las instituciones. Es difícil calcular la magnitud del daño ocasionado por la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán, pero es una demostración de que hay demasiado por hacer y que las grandes reformas y acciones en el tema de la seguridad no se pueden seguir postergando. Pero no se trata sólo de seguridad a secas, aquí hay enormes responsabilidades por inacción o por omisión compartidas del gobierno federal, de los estatales, del legislativo, de los jueces y también de los medios.
¿Se puede usted imaginar lo que es durante meses estar construyendo un túnel de estas características, de mil quinientos metros de largo, a diez metros de profundidad, llevarlo exactamente a la celda del detenido, mover esa cantidad de tierra y de materiales, hacerlo en una casa retirada pero que de todas formas está en la periferia del reclusorio que se suponía el más seguro de México, una zona que se supone se vigila constantemente? El Chapo se ha escapado dos veces y estuvo a punto de hacerlo antes, también desde Almoloya, a finales del sexenio de Ernesto Zedillo. En esa ocasión se iba a utilizar un helicóptero que descendería en el patio del penal en medio de un motín provocado. Cuando se descubrió ese plan se envió a El Chapo a Puente Grande: ahí no necesitó ni siquiera el helicóptero, se fue por la puerta principal.
La cantidad de negligencias y complicidades que permiten explicar la fuga de El Chapo es difícil de cuantificar. Pero no nos engañemos. Esas negligencias y complicidades sólo se pueden dar cuando un sistema está corrupto y es disfuncional desde sus bases.
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