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Divorcios que matan

Ayer, les platicaba en esta columna la historia de Mireya, la mujer que mató a sus tres hijos y se suicidó junto con el abuelo de los niños, con tal de no entregarle la custodia al padre de sus menores de edad. Mireya y su exmarido estaban enfrascados en una batalla legal y personal por la custodia de los niños, que duró años. Un pleito en donde ambos se acusaron de todo.

 

Mireya lo acusaba a él de abusador y narcotraficante. Cuando Mireya y los niños se encontraban en el albergue donde por fin habían encontrado paz, como me dijo ella en nuestra plática y se había logrado que los niños asistieran a una escuela donde estaban estables, Leopoldo Olvera, el padre de los menores, amenazó a la directora.

Mandó a Protección Civil para encontrar algún pretexto mediante el cual pudieran clausurar la institución, y finalmente la dueña de la escuela no aguantó la presión y les tuvo que pedir que buscaran otra escuela, lo cual no era fácil porque ahí los menores estaban becados.

Más allá de este terrible caso, podemos reflexionar sobre lo complicados y desgastantes que pueden llegar a ser los divorcios, en particular en México.

Se tienen componentes muy complejos y de diversa índole, está presente la venganza, está presente el resentimiento, está presente la frustración, los intereses económicos y el uso de los hijos como instrumentos de venganza, tanto de padres y madres. Y eso es lo que hace tan largos los procesos.

Un juez sensato no se atrevería a dar por cerrado el procedimiento para que fuera rápido si una de las partes le dice: “espérame porque yo tengo una prueba que demuestra que lo que yo estoy diciendo es la verdad”, y los periodos probatorios se van alargando.

Los jueces tienen la obligación de recibir las pruebas que las partes les ofrezcan y con esos elementos, ese material probatorio, razonar jurídicamente.

Los juzgadores deben dar fuerza probatoria a los elementos de prueba y negar otros, no es una resolución fácil, sobre todo cuando se trata de la pérdida de la patria potestad, de la guarda y custodia de los niños.

Muchas veces las pruebas se pueden manipular. El que tiene al mejor abogado o mayores recursos puede llegar a ganar el caso, y no necesariamente por la corrupción de los jueces, aunque la hay.

Muchas veces por la carga del trabajo quienes analizan los casos son los secretarios de acuerdos y no los jueces.

Por ejemplo, uno de los progenitores en un momento de una depresión profunda porque lo corrieron del trabajo, porque tuvo problemas de salud, o por cualquier circunstancia tuvo que acudir a un especialista, a un psiquiatra y, esa situación es utilizada por la contraparte para alegar algún desequilibrio mental.

O uno de los cónyuges podría contratar a alguien que haya trabajado con la familia para que testifique falsamente en contra de su expareja.

Otro factor que está muy presente actualmente es la frustración, y la frustración genera violencia. En los procesos de divorcio es común que exista violencia. Y la violencia no trae buenas implicaciones al interior de la familia, la violencia intrafamiliar es una constante en estos casos.

Es frecuente otro fenómeno, el de alienación parental, ¿qué quiere decir esto?, que uno de los padres para lograr sus objetivos, manipula psicológicamente a los niños y les habla horrores del otro progenitor, y hace que los niños empiecen a generar una serie de mecanismos psicológicos en donde son bombardeados por papá o por mamá, es indistinto.

Les dicen: “tu papá es un mal hombre porque te ha atacado, te hizo esto” o “no nos da para el sustento”, “te golpea”, “habla mal de ti, dice que tú eres así”…, o el padre diciendo: “tu madre es una mujer mala, me engaña, se va con hombres, dice que se va a trabajar y eso no es cierto”, y entonces van penetrando en la psique del niño causándole unos problemas psicológicos terribles que lo marcan para toda la vida.

Lo que vemos es que en muchos de los pelitos conyugales, la batalla se libra entre los adultos y se olvidan de los niños, que son los que realmente necesitan la justicia a su favor.

El caso de Mireya y Leopoldo es una verdadera tragedia, digna de que pongamos atención todos en esto.

La Constitución señala en el artículo 4º, que sobre todo debe prevalecer el interés superior de la infancia y, si fue un juicio de 5 años, ambas partes deben haber aportado pruebas, tanto el padre como la madre.

El Inegi contabilizó 18.6 divorcios por cada 100 matrimonios en el país. Junto al avance de la separación, ha existido una simplificación del proceso a un costo bajo. Pero una vez divorciados, los convenios en torno a los hijos continúan y es ahí donde se libran las peores batallas, que acaban por destruir familias enteras.

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