Cuando los padres son los torturadores
La historia del matrimonio de David y Louise Turpin, la pareja que torturó durante años a sus 13 hijos, es un horror, que nos muestra la decadencia y la enfermedad de esta pareja, pero también la apatía con la que se vive en la sociedad.
Las fotos que publicaban en Facebook e Instagram estaban muy alejadas de la realidad. La pareja renovaba constantemente sus votos de matrimonio en Las Vegas; hay videos de la familia completa en la capilla con Elvis cantándoles. Los hijos muy bien vestidos. Otras fotografías de toda la familia en Disneylandia.
No fue sino hasta que una de las niñas, la de 17 años, logró escapar por la ventana de la vivienda ubicada en el condado de Perris, a unos 113 kilómetros al este de Los Ángeles, y que dio aviso a las autoridades, que la historia salió a la luz pública.
La policía llegó hasta una casa de tejados y encontró a los 13 hijos de los Turpin, cuyas edades van desde los dos a los 29 años. En un principio las autoridades pensaron que los 13 rescatados eran menores de edad por el grado de desnutrición que tenían. Todos estaban muy pálidos, hacía mucho tiempo que no les daba el sol. Seis de los hijos de la pareja son menores de edad, mientras que los otros siete tienen más de 18 años.
Tres de los niños estaban encadenados cuando llegó la policía. La pareja sólo logró soltar a dos, pero la evidencia estaba ahí. Muchas veces estaban amarrados y ni siquiera podían ir al baño. Se les permitía bañarse una vez al año y cuando se lavaban las manos, si el agua les tocaba arriba de las muñecas, era motivo suficiente para que fueran golpeados y encadenados porque decían sus padres que estaban jugando con el agua.
Los crímenes fueron cometidos desde 2010 hasta el presente, e iniciaron desde que la familia vivía en Fort Worth, en Texas, donde permanecieron 17 años. En 2010 se mudaron a Murrieta, California, y en 2014 compraron la casa en Perris.
En las revelaciones hechas por la fiscalía se enlistaron los padecimientos de los hijos de la pareja: estaban acostumbrados a golpizas frecuentes; sólo se podían duchar una vez al año; permanecían despiertos hasta las cuatro o las cinco de la madrugada y dormían durante el día; no se les permitía jugar con juguetes, muchos de los cuales aparecieron dentro de la casa en su embalaje original; los padres les dejaban comer una vez al día, pero a veces compraban ciertos alimentos, como pasteles de calabaza, que colocaban donde los hijos podían verlos pero no comerlos.
Casi todos tomaban clases en su casa, por lo menos el domicilio estaba registrado como escuela con 6 estudiantes. Pero los mayores sí llegaron a asistir a escuelas tradicionales.
¿Nadie se dio cuenta? Los vecinos sabían que ahí vivían 13 niños y que nunca salían a jugar. Sus bicicletas, que habían sido un regalo, estaban sin estrenar afuera del domicilio. ¿Nadie se percató en esas escuelas? Y es que mucha de la gente vive demasiado ocupada y pensando en sus propias cosas antes de ver qué sucede con el vecino. Esto en Estados Unidos y también en nuestro país.
Al anunciar los cargos contra los Turpin, el fiscal del distrito local, Mike Hestrin, dijo que los malos tratos parecían haberse intensificado con el tiempo: “Lo que comenzó como negligencia se convirtió en abuso infantil severo, generalizado y prolongado”.
El profesor Kevin Browne, director del Centro de Psicología Forense y Familia de la Universidad de Nottingham, Reino Unido, dijo que es más común ver casos en los que hay un solo niño y los padres no pueden lidiar con él, por lo que la situación se sale de control.
El experto dice que la situación puede empeorar repentinamente porque los perpetradores quieren ocultar un secreto familiar, que puede estar relacionado con un abuso: “En algún punto, se vuelve fuera de control, física y socialmente, y ellos (los padres) tienen que controlar la libertad de movimiento para que la información no se haga pública”.
El maltrato a los niños es terrorífico, pero también lo es la apatía y la distancia de la sociedad con nuestros vecinos o conocidos.
El caso de los Turpin es extremista, pero por ejemplo aquí en México, y según un estudio realizado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés), apoyado por la Secretaría de Salud (Ssa), señala que siete de cada diez hogares son violentos con los niños.
De una investigación presentada ante la Comisión de Derechos Humanos del Senado el año pasado, se destaca que sólo en 31% de los hogares la educación de los menores de edad, de entre uno y 14 años, se realiza sin ejercer ningún tipo de violencia, y ahí destaca la clase media.
Además, se reporta que los niños sufren más castigos físicos severos en comparación con las niñas, y que la zona centro del país es la más violenta con los pequeños.
En el caso de los Turpin, una comunidad completa nunca vio o nunca quiso ver lo que sucedía. Si alguien se hubiera percatado o hubiera alzado la voz, la tortura sistemática a estos menores, durante tantos años, no se hubiera dado.
Su “castillo de la pureza”
El pasado 18 de enero David y Louise Turpin, de 57 y 49 años, respectivamente, comparecieron ante la Fiscalía de Riverside, California, que les imputó 12 cargos de tortura y 12 por secuestro, así como abuso infantil. Al padre se le añadió un cargo de actos lascivos contra una de sus hijas de 14 años. En la audiencia (primera foto) ambos se declararon no culpables. Todos las acusaciones conllevan a una pena de entre 94 años de prisión y cadena perpetua.
La jueza Emma Smith firmó ayer una orden, con vigencia hasta 2021, para que la pareja no pueda tener ningún tipo de contacto con sus hijos, sólo a través de su abogado. Los Turpin fueron arrestados el domingo 14 de enero en su residencia en la pequeña localidad de Perris, después de que los oficiales constataran las terribles condiciones en las que mantenían a sus 13 hijos biológicos, de entre 2 y 29 años.
Según la fiscalía, todos los niños fueron sometidos a un “abuso prolongado”, que incluía palizas y estrangulamiento como forma de castigo, además de no permitirles más de un baño al año.
Por separado, Kimberly Trone, portavoz de los servicios sociales del condado de Riverside, declaró que varias personas ofrecieron adoptar a los niños (segunda imagen).
“Sólo puedo hablar sobre esas ofertas que hemos recibido y muchas de ellas incluyen acoger a las 13 víctimas, tomando en cuenta por supuesto que todavía hay mucho a ser decidido, y esas decisiones se tomarán en la corte”, señaló Trone, que dijo no estar autorizada para comentar el paradero de los niños o su estado de salud.