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CNTE, igual que EI y nazis

El domingo pasado maestros en Tapachula y Tuxtla Gutiérrez que querían presentar su evaluación, para la promoción docente, fueron agredidos por miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Los golpearon, pero sobre todo les cortaron el cabello a tijeretazos y fueron grabados. Estos videos fueron puestos en las redes sociales como “escarmiento.”

En torno a este hecho la Comisión Nacional de los Derechos Humanos emitió un comunicado diciendo que los maestros “fueron rapados, vejados y sometidos al escarnio”. La CNDH repudió las agresiones y exigió una investigación a fondo por parte de la autoridad correspondiente y fincar las responsabilidades que de ello se desprendan.

La SEP y el SNTE también condenaron las agresiones que sufrieron los aspirantes de los procesos de evaluación en el estado de Chiapas. Los afectados fueron detenidos de forma ilegal el 4 de julio, cuando intentaban participar en esa prueba. Cualquier otro al que se le hubiera ocurrido privar de su libertad a otro ser humano estaría siendo juzgado por el delito de secuestro.

La SEP y el SNTE señalaron al respecto que ellos reconocen el derecho a la libre manifestación, pero dicen que la violencia no se justifica como expresión de desacuerdo,  ni los actos de intimidación, que atentan contra la dignidad y los derechos de las personas.

Cortar el cabello a una persona cuando no es por una condición médica, o por un tema ideológico, es un acto de terrible agresión. Es un mensaje de castigo, de estigmatización.

No es la primera vez que estos señores de la CNTE lo hacen para imponer castigo a quienes no coinciden con sus prácticas. Hace unos años en el libro que publiqué junto con Jorge Fernández Menéndez, La elite y la raza, platicábamos la historia de una maestra en la época del gobernador Leonel Godoy, en Michoacán, que estaba transmitiendo una entrevista radiofónica. Miembros de la CNTE acudieron hasta allá, la sacaron de la estación, fue rapada, rociada con chapopote y le pusieron plumas. Así fue presentada al Palacio Municipal para ser la burla de estos señores. Los que hicieron este atropello tampoco recibieron alguna sanción seria.

Rapar a personas para que reciban castigo es común. Otra historia en que también se involucra al crimen organizado cuenta la periodista Magali Tercero que ocurrió en un salón de belleza cuando una señora expresó que qué bueno que habían detenido a Arturo Beltrán Leyva: “Qué bueno que atraparon al Mochomo’ (Beltrán Leyva). De inmediato, otra señora ordenó a gritos que la raparan. ‘Ora te vas rapada y caminando a tu casa. Y si te dejas crecer el pelo te matamos a ti y a tu familia’. Y así se fue, toda pelona”.

Otra historia que sucedió también hace unos años es la de Teodoro Guzmán, director de la Secundaria 122 de Tonalá, Jalisco, quien tomó la decisión de rapar a 200 alumnos como medida de disciplina e higiene. “Estaban descuidados y parecían cholos”, argumentó Guzmán, quien también afirmó que había advertido a los padres que los niños debían ir con el pelo corto o de lo contrario la escuela realizaría el corte.

Los padres de familia se quejaron ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco, que ordenó detener la actividad por considerarla como burla o denostación a los jóvenes. Los padres señalaron que fue un hecho arbitrario que provoca bullying  entre los niños y que ahora la institución es conocida como “La Escuela de los Pelones” o “Los Cotonetes”.

Lamentablemente estos hechos son de lo más común y han pasado a lo largo de toda la historia. En la historia de Sansón se cuenta que él estaba convencido de que si perdía su cabellera se quedaría sin su extraordinaria fuerza. Cuando un sirviente lo rapa, Sansón se convence de que ha perdido toda su fuerza.

No le estamos dando la dimensión a la agresión que significa rapar a alguien. Son prácticas que han realizado los nazis, el Estado Islámico, en las cárceles y lo realizan aquí, en México. Habrá que darle la importacia que esto tiene.

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