Chapo: el poder no se hereda, se gana
Si como dicen la forma es fondo, el solo hecho de que los hijos de El Chapo Guzmán, que buscan sucederlo al frente del Cártel de Sinaloa, Jesús Alfredo e Iván Archivaldo, hayan escrito una carta a los medios para contar sus desventuras y cómo fueron emboscados por Dámaso López, el verdadero jefe y operador de ese cártel desde hace mucho tiempo, alcanzaría, en ese mundo tan particular como es el del narco, para descalificarlos en ese objetivo.
En casi ningún ámbito el poder se hereda en forma automática. Se pueden heredar el dinero y las propiedades, pero no el poder real. En el mundo del narcotráfico la familia es importante: son escasos los grupos criminales del tipo mafioso que no giren en torno a la familia. Pero aunque muchos que vieron El Padrino creen que es en automático así, muerto o fuera de escena el verdadero líder de la organización, no suelen ser sus hijos sus sucesores. En ocasiones son hermanos u operadores muy cercanos, por la sencilla razón de que es difícil que los que estuvieron en el centro del negocio durante años a la salida de su jefe decidan, gentilmente, otorgarle el mando a sus hijos. En los pocos casos en los que así ocurre (regresemos otra vez a Michael en El Padrino) éstos tienen que ganárselo con inteligencia, pero sobre todo a sangre y fuego.
Eso es mucho más notable ahora porque buena parte de esos pretendidos sucesores son jóvenes que han tenido una vida más de juniors que de esfuerzo, aunque sea en el ámbito criminal. Y en esa vida de lujos, se exhiben y se hacen vulnerables. Por eso los hijos de El Mayo Zambada o del Azul Esparragoza que se involucraron en sus negocios, están presos y deportados a Estados Unidos, mientras que esos dos capos históricos continúan lejos de las autoridades. Por eso también los viejos capos no querían que ni sus esposas, novias o hijos se involucraran en el tema de la droga: para sacarlos del mundo en el que sabían que su vida no valdría nada.
El Chapo Guzmán, quizá por el afán de protagonismo que siempre lo acompañó, escogió una vida diferente para sus hijos mayores. César, Édgar, Jesús Alfredo e Iván Archivaldo participaron de lleno en el negocio de su padre, lo mismo que la primera esposa del capo, Alejandrina María y quien fuera su pareja mientras estuvo encerrado en Puente Grande, Zulema Hernández, esta última asesinada en forma brutal por Los Zetas.
Los hijos no tuvieron suerte: Édgar, un joven veinteañero que además estudiaba administración de empresas, murió asesinado en Culiacán el 11 de mayo de 2008 por un comando que lo atacó con armas largas y bazucas, en el estacionamiento del centro comercial City Club, en el desarrollo urbano Tres Ríos, cuando estaba acompañado de su tío y su primo, César Ariel Loera Guzmán, quienes también fueron ultimados. Junto con él murió la hija de una de las parejas de El Mayo Zambada.
Jesús Alfredo e Iván Archivaldo hicieron carrera pero sólo de la mano de su padre. Un capo del narcotráfico no puede presumir de sus bienes en Instagram ni utilizar redes sociales para hablar de éxitos o fracasos, para amenazar a adversarios y autoridades. Mucho menos pueden ser secuestrados en un restaurante en plena fiesta sin tener, por lo menos, un esquema de seguridad que los proteja. Tampoco se recuerda que escriban cartas a los medios para quejarse de que fueron emboscados por el principal operador de su padre, Dámaso López.
Quién sabe cuál será el destino de los hijos de El Chapo, pero todo parece indicar que puede ser cualquiera menos el convertirse en los sucesores de su padre.
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