¿Niños masacrados?
Cuando tenía muy pocos años recuerdo haber visto unas imágenes de los niños masacrados en los campamentos palestinos de Sabra y Chatila.
Me impresionaron. Mucho tiempo después, ya como reportera, estuve en Ciudad Juárez, cubriendo la muerte de adolescentes en Villas de Salvárcar: pocas veces se puede tener explicación ante lo inexplicable. Hemos cubierto hasta el detalle lo sucedido el 26 de septiembre de 2014 en Iguala, con los jóvenes de Ayotzinapa, desmontando la mentira de que fue un crimen de Estado, pero también buscando verdadera justicia para esas decenas de chavos de primer ingreso a la normal que fueron mandados al matadero por sus líderes.
Pocas cosas son más dolorosas en términos de la violencia cotidiana que la muerte de niños y jóvenes inocentes. Por eso mismo es una irresponsabilidad que un hombre tan importante, con tanto peso como Andrés Manuel López Obrador, haya denunciado una “masacre” de niños y adolescentes en Tepic, durante el enfrentamiento en el que fue abatido José Francisco Patrón Sánchez, apodado el H2, líder de los Beltrán Leyva y el grupo de 12 sicarios que lo acompañaban.
El H2 estaba acusado de innumerables crímenes y asesinatos. Esa noche del jueves pasado él y sus sicarios iniciaron un durísimo enfrentamiento contra fuerzas federales que tuvieron que recurrir a la utilización de un helicóptero armado para atacar a los francotiradores que desde el techo de la vivienda disparaban contra los marinos.
Fue un durísimo combate que acabó con el grupo de sicarios, pero lo dicho por López Obrador era una mentira. No sólo no hubo un solo niño o joven muerto, sino que no hubo ni siquiera una sola baja civil, fuera de los propios delincuentes. En lugar de reconocer su error, cuando le fue señalado por Miguel Ángel Osorio, el presidente de Morena dijo que lo de los niños “se lo habían dicho” de buena fuente y que él seguía pensando que había sido una masacre, que no creía la versión oficial.
No se trata de creer o no. La violencia, el crimen y sus consecuencias no son una cuestión de fe. Se trata de corroborar hechos y los hechos demuestran que López Obrador estaba equivocado y que nunca reconoció su error. En eso es como Trump con el tema de Rusia: no admite que sus funcionarios establecieron contactos ilegales con el régimen de Vladimir Putin y para defenderlos incluso descalifica a los propios organismos de inteligencia que hoy están bajo su mando.
López Obrador aspira legítimamente a ser Presidente de la República, pero descalifica y acusa de perpetrar masacres a las fuerzas de seguridad que quiere comandar dentro de poco menos de dos años.
En Tepic no hubo ninguna masacre. No hubo un solo niño muerto. No hubo ninguna baja colateral. Por el contrario, se acabó con una célula criminal que había hecho enorme daño a la sociedad.
La denuncia de López Obrador no sólo es falsa, sino que en los hechos termina por ser un guiño, por una parte a los grupos criminales. Y por la otra al propio Donald Trump y su gente, que dicen que las fuerzas militares mexicanas actúan con miedo y fuera de la legalidad.
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