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Una nueva oportunidad

 

No es un secreto que Oaxaca tiene el peor índice de educación en todo el país. Según los resultados de la Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares (ENLACE), entre 84 y 97 por ciento de sus estudiantes de primaria y secundaria se encuentran en nivel “insuficiente y elemental” en conocimientos y habilidades de español y matemáticas.

Esto ha sido el resultado de que la educación fue rehén de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que durante años, a través del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO) utilizó la mayoría de los recursos destinados para la educación de los menores oaxaqueños a su conveniencia, sin importar el bienestar de los maestros que realmente trabajan y mucho menos el de los niños.

Afortunadamente, en julio del año pasado, en un operativo conjunto entre las autoridades federales y el gobierno de Oaxaca, se anunció que el gobierno estatal recuperaría el control del IEEPO y que se le retirarían los privilegios a la Sección 22, que tenían y conservaban con base en amenazas y violencia, desde hacía más de dos décadas.

Hoy, en Oaxaca, de la Sección 22 queda poco y por fin se está empezando a construir un futuro para esos niños. En un estado donde además hay una riqueza cultural y tradiciones extraordinarias.

Tuve la oportunidad de recorrer algunos lugares de esa entidad este fin de semana. Llegamos al taller de Jacobo y María en San Martín Tiljcajete, en Ocotlán. Un sitio donde la artesanía se ha convertido en obras de arte que alcanzan un valor económico bastante alto. Y es que a cada pieza se le invierten años de trabajo.

Basados en las tradiciones zapotecas, se utilizan colores extraídos de la naturaleza como en las épocas prehispánicas. Se usan distintas plantas, pero también árboles como el copal, de donde se obtiene el rojo, que mezclado con cal, se convierte en azules y amarillos. Se esculpen en madera figuras que representan, según el calendario zapoteco, el animal que simboliza la fecha de nacimiento de cada quien, y luego son pintadas a mano, creando unas obras de arte extraordinarias.

Llegar al taller de Jacobo y María es una experiencia, han hecho de su lugar una escuela, donde además del oficio de hacer estos alebrijes se inculcan valores como la honestidad, la lealtad, la responsabilidad, el respeto y el amor. Son muchos los jóvenes del pueblo que acuden a este lugar a aprender un oficio.

Pero además tienen un programa de reforestación para sembrar árboles y cuidar el entorno. Si usted quiere mandar a hacer una pieza especial con Jacobo o María, tendrá que esperar entre dos y tres años. Y como éste hay muchos talleres en el estado, que están trabajando para pasar las tradiciones de generación en generación. Y eso combinado con una buena educación escolar, puede cambiar el destino de muchísimas familias.

Hoy, los niños oaxaqueños están recuperando su derecho a la educación, y también pueden tener oportunidades como las que se están dando en el taller de Jacobo y María. Los cambios no se ven reflejados de la noche a la mañana, pero sin duda, esta generación que apenas está estudiando, tendrá muchas mejores oportunidades y calidad de vida que la anterior, controlada por la CNTE y la Sección 22.

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