Pablo VI, beatificado
La semana pasada el papa Francisco proclamó beato a Pablo VI, un hombre profundamente avanzado para su época, quien logró importantes cambios en la Iglesia católica y a quien le tocaron momentos muy complicados, como las dictaduras en América Latina y el Movimiento del 68 en el mundo y aquí, en México.
Los especialistas en los temas de la Iglesia católica coinciden en que Pablo VI fue un innovador en muchos sentidos y también, a veces, un personaje incómodo por su gran compromiso con la libertad.
Cuando trabajaba en el Vaticano, antes de ser incluso obispo, animó mucho a los laicos a que participaran abiertamente en la política sin renegar de sus valores, pero también sin imponerlos a nadie.
Incluso cuando muchos jerarcas sugerían que la Democracia Cristiana tenía que aliarse con los antiguos fascistas para impedir la victoria comunista, monseñor Montini (Pablo VI) le dijo al presidente del partido, Alcide De Gasperi, que en materia política debía seguir su propia conciencia.
De Gasperi no se alió con los fascistas y la Democracia Cristiana ganó las elecciones. Pero a Montini le costó el destierro a Milán, la diócesis más grande del mundo: promoverlo para removerlo.
En Milán fue un decidido promotor de la causa de los trabajadores, de los marginados. Esa experiencia lo llevaría después a comprobar la injusticia que sufren los pobres en el mundo, especialmente en América Latina.
En la década de los 70 escribió la carta Populorum Progressio, que ha sido un punto clave de la doctrina social de la Iglesia. Decía, incluso, que la política es la forma más alta de la caridad, pero ésta siempre tiene que ir unida a la verdad.
Pablo VI fue el timonel del Concilio Vaticano II. Impulsó la renovación en la liturgia para que la gente pudiera participar de manera más activa: donde el padre platicara viendo a la gente y en su idioma.
Como a Francisco, le gustaban los gestos audaces. En pleno concilio fue a Tierra Santa y ahí se encontró con el patriarca ecuménico Atenágoras. En el año 1054 la Iglesia de Roma y la de Constantinopla se habían separado y excomulgado mutuamente. Y estos dos hombres se dieron un abrazo de paz para volver a la unidad de los creyentes. El camino no ha concluido, pero este mes de mayo Francisco y Bartolomé quisieron recordar en Jerusalén ese histórico abrazo que dejó atrás 10 siglos de resentimientos.
Innovador porque fue el primer papa viajero, el primer papa en subir a un avión, el primero en hablar ante la ONU y citar en su discurso al recién desaparecido John F. Kennedy… Y cuando le preguntaban si no era muy caro un viaje así y si no sería mejor dar el dinero a los pobres, respondía que un viaje puede ser caro, pero que el valor de la paz en pueblos atormentados por la guerra, por el hambre, o por la indiferencia tenía un valor muy superior.
Él invitó a los laicos a participar en el concilio y en la vida de la Iglesia. Fue el primero en admitir a dos mujeres en el “selecto club” de los doctores de la Iglesia: Santa Catalina de Siena y Santa Teresa de Ávila. Fue un gran defensor de la dignidad de la mujer.
Sufrió un atentado en Manila en 1970, cuando un hombre le clavó un puñal Pero eso no le impidió seguir siendo un hombre misionero.
Pero no todo fue popularidad para Pablo VI. También sufrió la gran confusión doctrinal después del Concilio Vaticano II. Le tocó pilotear a la Iglesia en el turbulento año 1968. Sufrió la deserción de muchos sacerdotes que sentían que ya no tenían un lugar en el mundo moderno.
La Humanae Vitae, publicada el 25 de julio de 1968 por Pablo VI, sobre el amor y la vida humana y la regulación de la natalidad, quizás sea el documento menos popular, más rechazado de la Iglesia. Sin embargo, ese documento que habla de la violencia, la corrupción, la infidelidad y el aborto, entre otros temas controversiales, ha tenido algo de profético y la evidencia científica lo respalda casi 50 años después.
Pablo VI fue para algunos mal visto por su manera abierta de pensar. Pero plantó las ideas que ha cosechado el papa Francisco, hacer una Iglesia que intente ir con la época.
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