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Un touchdown político

El fin de semana estuvo marcado por la realización de la edición 52 del Super Bowl, el juego por el título de la NFL, disputado entre los Patriotas de Nueva Inglaterra y las Águilas de Filadelfia.

 

Más allá del resultado deportivo, el Super Bowl de este año fue el epílogo de doce controvertidos meses para la que es considerada la organización deportiva profesional más poderosa de la Unión Americana, que tuvo como momento cumbre un estrepitoso pleito político con el presidente Donald Trump y que comenzó el Super Bowl pasado, con el escándalo derivado del robo de un jersey del jugador estrella de los Patriotas, Tom Brady, realizado por cierto por un “periodista” mexicano.  

La controversia con Trump tuvo su clímax durante octubre, cuando el inquilino de la Casa Blanca arremetió contra los jugadores que, como forma de protesta a la situación racial en la Unión Americana, optaron por arrodillarse durante la interpretación del himno estadounidense previo a los partidos.

Trump tachó de antipatriotas a los jugadores y dueños, argumentando que eran “un pésimo ejemplo para el país”. Diversas figuras deportivas y propietarios de las franquicias respondieron con críticas a Trump en redes sociales, uniéndose a la lista de adversarios del empresario inmobiliario que es el nuevo inquilino de la Casa Blanca.

La batalla sigue tan abierta, que hace dos semanas se anunció la intención de revivir una liga que le compita a la NFL, llamada XFL, la cual contaría con el financiamiento de empresarios afines a Trump. La paradoja es que el público del futbol americano es quizás de los más conservadores de la Unión Americana.

El rol de México también fue significativo para bien y para mal con la NFL. La parte más negativa estalló el 21 de marzo, fecha en que se filtró la información de que la camiseta que había usado Tom Brady en el Super Bowl de 2017 había sido robada nada menos que por Miguel Ángel Ortega, un periodista mexicano, hasta entonces uno de los directores del periódico La Prensa.

La nota ganó más relevancia al saberse que la indagatoria incluyó una investigación conjunta por parte del FBI, la Interpol y la PGR en México.

Si bien el hecho no contribuyó a aligerar la ya tensa relación bilateral México-Estados Unidos, la NFL sí modificó sus protocolos de seguridad durante la semana pasada para el Super Bowl en Minneapolis: la liga implementó un registro obligatorio para todos los reporteros que accedan a los vestidores de los jugadores, además de un chip, el cual debía ser escaneado para verificar la autenticidad de la credencial. Lo cierto es que el incidente sirvió para atizar algunas declaraciones de desprestigio para los mexicanos de parte de los sectores más racistas partidarios de Trump.

Otros dos factores en los que México estuvo presente en el juego del título de la NFL, tuvieron que ver con el sector turístico y el económico.

Según datos proporcionados por Jaime Rodríguez López, delegado de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación de Michoacán, 100 mil toneladas de aguacate de ese estado fueron exportados la semana pasada a la Unión Americana, lo que significó una derrama económica de tres mil millones de pesos, todo gracias a que el guacamole sigue siendo el aderezo que más les gusta consumir en Estados Unidos durante el Súper Domingo.

De igual forma, de viernes a domingo pudo apreciarse una buena cantidad de aficionados mexicanos en la ciudad sede. Algunos viajaron desde México, desafiando los 15 grados centígrados bajo cero y los precios de las entradas, los cuales no bajaban de los dos mil dólares (40 mil pesos, aproximadamente), la mayoría con la ilusión de ver ganar a los Patriotas, reconocido por la NFL como uno de los tres equipos más populares en nuestro país y aprovechando el puente del 5 de febrero.

El segundo factor que vinculó a la NFL y México fue la realización del partido en el Estadio Azteca, en noviembre pasado, el cual volvió a disputarse con la totalidad del boletaje vendido y que representó una derrama económica de 45 millones de dólares, según un estudio elaborado por la misma liga.

Tan acertado ha resultado el apoyo del gobierno de Miguel Ángel Mancera para este evento, que está anunciado el encuentro de noviembre próximo, entre Jefes de Kansas City y Carneros de Los Ángeles, además de que el comisionado de la NFL, Roger Goodell, refirió en su conferencia de prensa anual que espera que el vínculo con México se mantenga mínimo hasta 2021, cuando se vence el contrato vigente.

El deporte y la política se entrecruzan demasiadas veces y, en un evento como el Super Bowl, sería imposible que así no fuera. Y esto no es nada: ya verá cómo se ponen las cosas en algunas semanas más, cuando comience el Mundial de futbol en Rusia, bajo el controvertido régimen de Vladimir Putin.

Sin sobresaltos

Horas antes de comenzar el Super Bowl 52, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dejó claro su mensaje, en el que pidió a todos los estadounidenses permanecer de pie durante el himno nacional. En un comunicado el mandatario pidió a la gente y protagonistas del juego que honren la labor de las Fuerzas Armadas (que suelen ser parte de la fiesta de la NFL) a la hora que suene el himno.

Trump ha atacado repetidamente a la NFL, pues la liga profesional de futbol ha permitido que los jugadores se arrodillen durante el himno en protesta contra la violencia policial y las desigualdades raciales, como ocurrió con los Cuervos de Baltimore en el encuentro que disputaron con los Jaguares de Jacksonville en septiembre pasado. El mandatario ha instando a los propietarios a despedir a cualquier “hijo de p…” que se arrodille durante el himno nacional.

 

Y, como se tenía previsto, al inicio del juego no se registraron protestas. De hecho, medios estadounidenses destacaron que ningún jugador de los Patriotas ni de las Águilas se ha manifestado en este sentido desde la semana 12.

Otro de los cambios destacados fue el de la seguridad, luego de Mauricio Ortega, exdirectivo de un diario mexicano, se robó el jersey de Tom Brady del vestuario en el Super Bowl 51.

 

Ese penoso antecedente generó cambios en la seguridad y trato a los medios. Ahora, los periodistas acreditados deberán pasar por un scanner y sus credenciales llevarán un chip, que permitirá saber a seguridad en dónde se encuentran y si han salido de algún área permitida.